Foto: AFP. |
Por Víctor Joaquín OrtegaCuando escribí el texto original relacionado íntimamente con este título nuestro equipo aún no había doblegado al estadounidense sobre el tabloncillo de la Ciudad Deportiva 81x67, en su segundo partido de las eliminatorias de la Copa América. Decidí esperar la confrontación para agregar lo que vislumbraba.
De actuar nuestros muchachos con la coherencia indispensable para cualquier deporte de conjunto, y la unían a su calidad en ascenso y la cubanía —sí, la cubanía– cantaría otro gallo. Y cantó.
Tampoco podemos confundirnos: les falta mucho por recorrer para llegar a lo más alto. Si bien acaban de conseguir una hermosa muestra muy ligada a la esperanza, sería tonto y peligroso sonar campanazos tan altos que lastimen los oídos o incrementar la luz de una manera capaz de traer problemas en la visión.
No derrotaron a un gran seleccionado, aunque sí a una representación del país poseedor del mejor baloncesto del mundo, de la base a la cima, de una liga maravillosa, una población y un territorio muchísimo mayores a los de la tierra de José Martí, a la que han lesionado históricamente desde lo más pérfido de allí, hasta imponer este cerco criminal tan prolongado como su maldad llamado bloqueo.
No hay lugar para el asombro: recién en una de las acostumbradas agresiones de Estados Unidos relacionadas con la entrega de visas a nuestros atletas, ligada ahora a cierta burocracia en el exterior respecto con el viaje de contratados en otros países, que quieren representar a su patria, nos dejaron con solo ocho basquetbolistas para enfrentar a este seleccionado estadounidense en el inicio de la llamada ventana de la Copa América. Después quedaron en siete, porque el octavo se convirtió en apóstata. De ello hablaremos al final.
Injusticias de este tipo y otras peores fustigan el ámbito deportivo, sin que ninguna organización, federación, lo que tenga que ver con el sector, las enfrenten como se debe enfrentar: mucho más allá de las palabras, y si es indispensable sancionar, no deben temblar las manos para hacerlo sin tardanza Ah, si fuera por un pago atrasado, por una protesta contra iniquidades derechistas o de los negociantes, actuarían enseguida.
Una muestra reciente del primer caso llevó a quitar la sede de los Juegos Panamericanos próximos a Barranquilla. Hay bastantes ejemplos de lo segundo desde hace bastante tiempo. Los Centroamericanos y del Caribe La Habana 1930 fueron utilizados para intentar tapar los crímenes del machadato, con el arma de lo recreacional y espectacular de lo competitivo-. El Comité Olímpico Internacional (COI) admitió la confusión del saludo olímpico y el nazi, cuando entregó la sede a Berlín en 1936, a pesar de los desmanes cometidos por los hitlerianos, quienes usaron la justa para darle vuelo a su ideología.
Tampoco hubo sanciones por trampas, arbitrajes deshonestos, racismo, chantajes, que mancharon distintos escenarios, especialmente en ciudades estadounidenses, inglesas y francesas. La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) permitió realizar eliminatorias mundialistas en el estadio donde torturaron y asesinaron a miles de personas. Hasta castigaron a la Unión Soviética porque se negó a actuar en ese sitio.
¿Por qué una controvertida Copa Mundial en Argentina, con el uso de un estadio cercano a un tristemente famoso lugar de muertes y tormentos? El amor al fútbol cual droga. No hay sorpresa: los hechos antideportivos, antihumanos, delictivos han mordido demasiado a la FIFA.
Sin embargo, rápido expulsaron de la villa olímpica a dos corredores norteamericanos — Tommy Smith (oro) y John Carlos (bronce)— por protestar, en la premiación de los 200 metros planos de México 1968 contra la discriminación racial existente en su país. Las manos en guantes negros, con un puño alzado saludaron al estilo Black Power y mantuvieron la cabeza gacha durante su himno nacional. El as declaró posteriormente: “Cuando ganamos, ganó Estados Unidos. Si perdemos, es por culpa de los negros”. La delegación norteña lo echó también de sus filas.
Hay más, aunque debo entrar en el suceso sintetizado en el título de estas líneas. Primero me dio un gran disgusto, hasta que me enfrié hacia la tristeza y la pena por el octavo basquetbolista. Cuando supe del honroso batallar con solo ocho hombres en un partido que finalizó 100 por 79, y me enteré: eran siete los nuestros porque el octavo dejó de serlo al desertar. ¡Por la plata, ¡Dios mío, por la plata…! Apostasía aun peor: conocía la difícil situación de su equipo y de donde venía la culpabilidad.
Fidel Castro lo había esclarecido: ¡El atleta que abandona su delegación es como el soldado que deja a sus compañeros en medio del combate! (4 de agosto de 2007). Los siete que jugaron en esas difíciles condiciones cargaron entonces con toda la dignidad.
Tampoco podemos confundirnos: les falta mucho por recorrer para llegar a lo más alto. Si bien acaban de conseguir una hermosa muestra muy ligada a la esperanza, sería tonto y peligroso sonar campanazos tan altos que lastimen los oídos o incrementar la luz de una manera capaz de traer problemas en la visión.
No derrotaron a un gran seleccionado, aunque sí a una representación del país poseedor del mejor baloncesto del mundo, de la base a la cima, de una liga maravillosa, una población y un territorio muchísimo mayores a los de la tierra de José Martí, a la que han lesionado históricamente desde lo más pérfido de allí, hasta imponer este cerco criminal tan prolongado como su maldad llamado bloqueo.
No hay lugar para el asombro: recién en una de las acostumbradas agresiones de Estados Unidos relacionadas con la entrega de visas a nuestros atletas, ligada ahora a cierta burocracia en el exterior respecto con el viaje de contratados en otros países, que quieren representar a su patria, nos dejaron con solo ocho basquetbolistas para enfrentar a este seleccionado estadounidense en el inicio de la llamada ventana de la Copa América. Después quedaron en siete, porque el octavo se convirtió en apóstata. De ello hablaremos al final.
Injusticias de este tipo y otras peores fustigan el ámbito deportivo, sin que ninguna organización, federación, lo que tenga que ver con el sector, las enfrenten como se debe enfrentar: mucho más allá de las palabras, y si es indispensable sancionar, no deben temblar las manos para hacerlo sin tardanza Ah, si fuera por un pago atrasado, por una protesta contra iniquidades derechistas o de los negociantes, actuarían enseguida.
Una muestra reciente del primer caso llevó a quitar la sede de los Juegos Panamericanos próximos a Barranquilla. Hay bastantes ejemplos de lo segundo desde hace bastante tiempo. Los Centroamericanos y del Caribe La Habana 1930 fueron utilizados para intentar tapar los crímenes del machadato, con el arma de lo recreacional y espectacular de lo competitivo-. El Comité Olímpico Internacional (COI) admitió la confusión del saludo olímpico y el nazi, cuando entregó la sede a Berlín en 1936, a pesar de los desmanes cometidos por los hitlerianos, quienes usaron la justa para darle vuelo a su ideología.
Tampoco hubo sanciones por trampas, arbitrajes deshonestos, racismo, chantajes, que mancharon distintos escenarios, especialmente en ciudades estadounidenses, inglesas y francesas. La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) permitió realizar eliminatorias mundialistas en el estadio donde torturaron y asesinaron a miles de personas. Hasta castigaron a la Unión Soviética porque se negó a actuar en ese sitio.
¿Por qué una controvertida Copa Mundial en Argentina, con el uso de un estadio cercano a un tristemente famoso lugar de muertes y tormentos? El amor al fútbol cual droga. No hay sorpresa: los hechos antideportivos, antihumanos, delictivos han mordido demasiado a la FIFA.
Sin embargo, rápido expulsaron de la villa olímpica a dos corredores norteamericanos — Tommy Smith (oro) y John Carlos (bronce)— por protestar, en la premiación de los 200 metros planos de México 1968 contra la discriminación racial existente en su país. Las manos en guantes negros, con un puño alzado saludaron al estilo Black Power y mantuvieron la cabeza gacha durante su himno nacional. El as declaró posteriormente: “Cuando ganamos, ganó Estados Unidos. Si perdemos, es por culpa de los negros”. La delegación norteña lo echó también de sus filas.
Hay más, aunque debo entrar en el suceso sintetizado en el título de estas líneas. Primero me dio un gran disgusto, hasta que me enfrié hacia la tristeza y la pena por el octavo basquetbolista. Cuando supe del honroso batallar con solo ocho hombres en un partido que finalizó 100 por 79, y me enteré: eran siete los nuestros porque el octavo dejó de serlo al desertar. ¡Por la plata, ¡Dios mío, por la plata…! Apostasía aun peor: conocía la difícil situación de su equipo y de donde venía la culpabilidad.
Fidel Castro lo había esclarecido: ¡El atleta que abandona su delegación es como el soldado que deja a sus compañeros en medio del combate! (4 de agosto de 2007). Los siete que jugaron en esas difíciles condiciones cargaron entonces con toda la dignidad.
Revisar
historias deportivas