Historias olímpicas: lo improbable convertido en hazaña (Parte I)

Foto: Olympics.

Por: Víctor Joaquín Ortega


Pierre de Coubertin, en textos donde esclarece la relación entre el arte y la Cultura Física, publicados el 15 de noviembre de 1922, expresa: “El deporte debe concebirse como productor de arte y como ocasión de arte. Produce belleza, pues genera al atleta, que es una escultura viva”.

Opino que en esta expresión no se limitó a lo corporal: dominaba la trascendencia de la esfera en la lucha por esculpir también el alma. Les traigo ejemplos de dicho forjar y de qué manera el amor concretado en hechos, incluso en hazañas, es capaz de transformar lo aparentemente improbable en posible.

Amberes 1920. El finés Jonny Myyra tiene condiciones para lograr la medalla de oro en jabalina. Sus principales contrarios son otros dos representantes de la misma nación: Urho Pettonen y Paavo Jeale. Los expertos lo miman como favorito. ¡El golpe! ¡El dolor! Poco antes de la justa se ha lastimado el brazo derecho.

“Va a ser difícil que se cumpla el vaticinio”, comenta un periodista. No piensa así el lesionado. “No por gusto practicó también con el izquierdo”.

Myyra envía el dardo a 65.78 metros y deja en plata y bronce a Urho y Paavo con 63.50 y 63.09, respectivamente. El mismo reportero dice: “Destrozó el récord olímpico: ¡si llega a tirar con la diestra!… Cuatro años después repite la dicha en la justa parisina, pero con 62.96.

Un sillón de ruedas espera al niño Ray Ewry. Dolores terribles, más que caminar se arrastra. La tristeza rodea a sus progenitores. Una idea se le ocurre al pediatra que lo atiende: “¿Y si probamos con el deporte?” Desde entonces, la alianza con la Cultura Física.

Diversos ejercicios le robustecieron las piernas y la esperanza. En cuanto pudo, le incorporaron carreras, lanzamientos y saltos a la rehabilitación.

Enriquecida su salud, salvado, joven enamorado del atletismo, practicante cotidiano, se le tuvo en cuenta para integrar la delegación de Estados Unidos a la cita olímpica de París 1900.

En la capital francesa ganó tres premios máximos en los saltos sin impulso: 1.65 metros en el alto, 3.21 en el largo y 10.58 en triple. Igual resultado en el tercer clásico, albergado por San Luis 1904, entonces con 1.60, 3.47 y 10.54. Igualmente, Londres 1908 lo ve actuar y consigue el cetro en el alto (1.57) y el triple (3.33).

Retiradas las pruebas como se hacían entonces de los certámenes atléticos, el “Hombre de Goma”, como le llamaban con respeto y cariño, mantiene en 2024 las marcas del mundo de dichas especialidades.

Continuará…

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