Por Víctor Joaquín Ortega
El chofer guía contrario su auto por una calle céntrica en San Miguel del Padrón como si fuera de doble dirección y no lo es. Lo motiva llegar más rápido a la autopista y a la vez ahorrar gasolina.
La causa es la poca conciencia en relación con la posibilidad de un accidente. Va a demasiada velocidad: quiere evitar que lo descubran en esta infracción.
Un hombre lleva bastón. Comienza a cruzar desde Novena hacia Central… ¡Crash, ay, sangre, lamentos…!
Por suerte el caso narrado no ocurrió; lo imaginé en la barbería de Cachirula situada al frente de mi ideada pesadilla. Desgraciadamente, puede suceder.
Esas violaciones se repiten allí cotidianamente sin que se tomen las medidas necesarias y las autoridades no les han puesto fin, a pesar de las numerosas advertencias hasta en espacios periodísticos.
Aunque me acaban de pelar me quedo sentado en una silla en ese sitio. Quiero ser testigo de las fallas de esta clase que tienen lugar enfrente. No pasa mucho y comienzan: una moto con acompañante. Unos minutos más tarde, no muchos, un bicicletero.
Un cuarto de hora después, un almendrón. Mira, hay viene otra modo y con side-car. Hay más. También varias bicicletas, una camioneta, un carro moderno.
Cuando me fui a almorzar al llamado de mi esposa, la cosecha en poco más de dos horas era de seis motos, cuatro bicicletas, un camioncito, dos camionetas, tres almendrones y dos autos de los más modernos. ¡Todos circularon contrarios! Y esa cosecha puede convertir en realidad el accidente que imaginé.
Un hombre lleva bastón. Comienza a cruzar desde Novena hacia Central… ¡Crash, ay, sangre, lamentos…!
Por suerte el caso narrado no ocurrió; lo imaginé en la barbería de Cachirula situada al frente de mi ideada pesadilla. Desgraciadamente, puede suceder.
Esas violaciones se repiten allí cotidianamente sin que se tomen las medidas necesarias y las autoridades no les han puesto fin, a pesar de las numerosas advertencias hasta en espacios periodísticos.
Aunque me acaban de pelar me quedo sentado en una silla en ese sitio. Quiero ser testigo de las fallas de esta clase que tienen lugar enfrente. No pasa mucho y comienzan: una moto con acompañante. Unos minutos más tarde, no muchos, un bicicletero.
Un cuarto de hora después, un almendrón. Mira, hay viene otra modo y con side-car. Hay más. También varias bicicletas, una camioneta, un carro moderno.
Cuando me fui a almorzar al llamado de mi esposa, la cosecha en poco más de dos horas era de seis motos, cuatro bicicletas, un camioncito, dos camionetas, tres almendrones y dos autos de los más modernos. ¡Todos circularon contrarios! Y esa cosecha puede convertir en realidad el accidente que imaginé.
Revisar
sociedad