Por: Leydis Luisa Mitjans
El Centro Histórico de la vieja Habana -al menos esa "esquina" que bien merece el asombro de las miradas ante el magnÃfico trabajo de restauración liderado por Eusebio Leal- es oasis en medio de la gran ciudad capital.
Las históricas plazas, las palomas, los museos, las fortalezas, los edificios, las iglesias, los adoquines, las bibliotecas… el ayer, tan cómplice de una modernidad cuyo sello está -justo- en el guiño constante al pasado.
Esa "esquina de belleza" tiene muchas caras. Los amaneceres, silenciosos y frÃos, las tardes bulliciosas y multitudinarias, las noches, aburridas y desoladas. Son, todas, un espectáculo digno de ver, para quien aún quiera, y pueda, encontrar algo de belleza en una tierra que se va quedando sin habitantes.
El 14 de diciembre de 1982 la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) otorgó la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad al Centro Histórico de la Ciudad de La Habana y su sistema de fortificaciones.
La declaratoria impone al Estado cubano el compromiso de proteger dicho patrimonio, la obligación de adoptar una polÃtica encaminada a fortalecer su función social e integrarla a los programas de planificación, asà como adoptar medidas jurÃdicas para su protección y rehabilitación.
Más de 40 años después y con el apoyo de los cooperantes internacionales, sigue siendo ese "rincón" un pedazo de la humanidad que, como todo, vale cualquier desvelo por su conservación.
Foto: Enrique González DÃaz (Enro)/ Cubadebate