La Gacela Negra ha llegado


Wilma Rudolph. Foto: Revista Purgante

Por: Víctor Joaquín Ortega

La velocista estadounidense Lucinda Williams es la alegría. Se ha convertido en la mujer más veloz de los Terceros Panamericanos Chicago 1959 al imponerse en los 100 metros planos con 12.1 Sonrisa comedida en el rostro de su coterránea, Wilma Rudolph, subtitular con 12.3. Unidas a Isabelle Daniels y Bárbara Jones logran el oro en el relevo corto, y rompen la marca de la justa al realizarlo en 46.4.
 
Lucinda, usted es una buena corredora, pero esta muchacha la va a dejar atrás, muy atrás, en la pista fundamental: la de la vida.
Historia, abre tus portones: Queremos ir hacia las páginas vividas por la Rudolph. Fue un enorme dolor hasta los siete años de edad tanto mental como en el cuerpo: arrastraba la pierna derecha, las secuelas de la poliomielitis amenazaban con lanzarla a la invalidez ... ¡No! Magnífico tratamiento de un médico que incluye ejercicios físicos sin descartar la acogida del deporte.

La madre de la niña, incansable y optimista, desempeña un trascendental papel: la lleva al cumplimiento de lo trazado. A las doce primaveras comienza a derretirse la nieve, la muchacha juega muy bien el baloncesto. Todas quieren en su equipo a la que antes hubo quien la descartara para el tabloncillo, al pensarla condenada a un sillón de ruedas tarde o temprano.

Conoce a su gran amor. Correr, correr mucho. Que el aire le acaricie el rostro, el pecho, las piernas… “Mis piernas ya salvadas”. No importa la brusquedad del viento en los momentos de éxtasis. Cuando cruza la meta el gozo le hace vencer las tristezas. Lo sabe. Despierta un sano orgullo en sus 18 hermanos- es la penúltima-, en toda su familia desgarrada por la pobreza en el natal Tennessee, y los impulsa a luchar.

Actúa en Melbourne 1956. Aunque no sobrepasa la semifinal de los 200 llanos, obtiene su primer galardón olímpico, en esta ocasión junto a las otras bronceadas en la prueba del cambio de testigo: Mae Faggs, Margaret Mathews y la Daniels. La lid del continente, un año después, le apoyará la potencia.

Roma 1960. XVII Juegos. Con los premios conquista un nuevo nombre: La Gacela Negra. Es la mujer más rápida del mundo: contendiente dorada en la `prueba reina con 11 segundos, mejor que el récord del planeta, aunque no validada la rotura por el demasiado viento a favor. En semifinales había igualado la plusmarca del orbe: 11.3. Quiebra la marca del certamen en los 200 al correrlos en la instancia eliminatoria en 23.3. La corona de la prueba con 24 frente al obstáculo de demasiado aire en contra.

Su tercer cetro en el relevo unida a Martha Hudson, Lucinda y la Jones. Es la cerradora. Toma el batón con desventaja. Corazón y piernas a galope. Reduce la distancia. Ciclón que echa abajo el esfuerzo de la alemana Jutta Heine. Tiempo: 44.5. En las eliminatorias, las cuatro de Usa dijeron adiós al récord mundial con 44.4. Wilma es la felicidad.

Mas al protestar por el mal trato a los negros y a los de abajo… Persecución. Los reaccionarios la apartan de las batallas del músculo. Desempleada. Madre de cinco hijos. La miseria la agrede. Busca la solución: modelo, bailarina Accidente de tránsito. Intervención quirúrgica. ¡Esas extremidades inferiores, en ella “superiores”, quedan con cicatrices! Despedida al modelado, a las tablas. La miseria, la miseria; los cinco muchachos, los cinco muchachos...

Señor, ¿cuánto me da por estas medallas?. Las gané en la Olimpiada de Roma...

Según el historiador cubano José Elías Bermúdez Brito, Wilma fue invitada a colocar la primera piedra del estadio principal para la XXIV magna cita que se escenificaría en Atlanta en 1996. Muchos de aquellos “comercianfuncionarios” la utilizaron para intentar trasladar la luz de la extraordinaria campeona a la liza. Como el investigador escribió “…su vida económica no era holgada”. Nunca estuvo a la altura de una personalidad tan brillante, agrego. Pocos meses antes de la inauguración de los citados Juegos, la Gacela Negra fallecía víctima de cáncer. Tenía 56 años.

 

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