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Por: Leydis Luisa Mitjans
El “estado de ánimo”-hoy- es la memoria. Más allá de los actos, de las palabras de turno y de las canciones de rigor, más allá del resumen de tu vida en un discurso cargado de adjetivos que mereces, pero que tanto sobran, más allá de la consigna de salvar lo que legaste. El estado de ánimo hoy, como siempre, es celebrar tu existencia. En definitiva ¿quién puede imaginar La Habana si ti?
“Como las personas, cada ciudad tiene sus huellas. Más que un conjunto de definiciones y de memorias, La Habana es un estado de ánimo. La gente llega y se pregunta ¿qué pasa aquà que me siento tan bien, que es tan grato estar?”, dijiste en 2012. Once años después, 11 de septiembre, recorremos tus huellas y pretendemos ampliar el sendero imaginando tu recorrido y construyendo los propios.
Cuando te preguntaron sobre los valores de La Habana, hablaste del “un valor simbólico: es la capital de la nación, la cabeza; pero al mismo tiempo es también muy representativa de todos los valores culturales, intelectuales, polÃticos, históricos y sociales del pueblo cubano”; hablaste, también, de sus estilos más “antiguos”, de la “modernidad”, de la sabidurÃa y la memoria. Tú podÃas definirlo, o más bien, explicarlo, casi todo: incluso a una ciudad de 500 años.
Sin embargo, nadie puede explicar a plenitud tus valores, la dimensión de tu vida, porque ¿para qué separar la vida de la obra? Si tú viviste para La Habana, para Cuba.
“La Habana me llevó la vida. Quizás en determinados momentos siento la nostalgia de que no pude mirar como quisiera a un lado y a otro. Pero hay una pasión que me ha arrastrado y esa pasión ha sido en primer lugar Cuba y en segundo lugar la ciudad en que nacÔ, afirmabas en 2018. Aun asÃ, aclaraste: “Siempre he dicho que si me designan en cualquier otro rincón de Cuba, a las pocas horas después de pasar el disgusto, a las pocas horas lo considerarÃa el centro del mundo para mÔ.
El problema es que se hace imposible pensarte en otro lugar, en otro mundo. Porque si La Habana te llevó la vida, a cambio, te regaló su espÃritu, ese que no se ve, pero se siente. Y allá donde tú andabas, andaba La Habana, no tras tus pies, sino contigo, envolviéndole en ese misterio, en la pregunta inicial ¿qué pasa aquÃ?
“Yo no aspiro a nada, no aspiro ni siquiera a eso que llaman la posteridad; yo no aspiro a nada, yo solo aspiro a haber sido útil. Y le pido perdón a todos aquellos que, a lo largo de la vida, en la búsqueda necesaria de lo que creà mi verdad, pude haber ofendido; y a mis propios errores que cometà con la pasión juvenil en que todo hombre y todo pueblo busca sus propios caminos. Yo creo que al final lo encontré, y que esa luz que veo ahora, ahÃ, en medio de las tinieblas del ocaso, es finalmente el camino”.
Si hubiera sido necesario, lo hubiésemos hecho. Te hubiésemos perdonado. Pero hoy, que es tu cumpleaños, y ayer, y mañana, pensar en ti, en presente, es dar gracias por tanto.
AMC