Pago de la factura eléctrica digital, crónica de una muerte anunciada

Foto: Claudia Pis Guirola/Tribuna de La Habana.

Por: Wilfredo López Delis

Por estos días se impulsa una estrategia para avanzar en el pago electrónico de la factura eléctrica. La prueba piloto se realizará en los municipios de Playa y Plaza de la Revolución, durante el mes de agosto.

Las oficinas comerciales de Almendares, Santa Fe, Plaza y Nuevo Vedado no ofrecerán el servicio de cobro por las ventanillas y el lector cobrador tampoco lo hará en los hogares de los suscriptores.

Pero, ¿existen las condiciones objetivas y subjetivas para que esta prueba sea exitosa?

Aunque para muchos resulte cómoda esta opción, ya que le permite pagar cuanto antes la factura sin necesidad de trasladarse hasta la oficina, para otro segmento no despreciable de la población será un reto que probablemente no podrán vencer.

Para el pago del servicio se necesita un teléfono inteligente, la aplicación que sustenta el mencionado proceso, tarjeta magnética y telebanca, ambas inscritas en la herramienta digital que facilita la transacción. También requiere de capacitación para los futuros usuarios y conocimiento acerca de las ventajas o desventajas si las hubiera.

Para contextualizar el proceso, Plaza de la Revolución, por solo analizar uno de los territorios implicados en el ensayo, es uno de los municipios cubanos con mayor envejecimiento poblacional. Aproximadamente, el 34 por ciento de sus habitantes son mayores de 65 años.

Estas edades no impiden el uso de la tecnología, pero sin dudas dificultan su asimilación adecuada. Al mismo tiempo, es probable que su adquisición les resulte complicada, pues se expenden en moneda libremente convertible (MLC) y, la mayor parte de estas personas son pensionadas, con apenas dos mil pesos de chequera.

El proceso es ambicioso y tiene buenas intenciones. Sin embargo, para llevarlo a cabo es válido realizar una mirada no solo a la infraestructura tecnológica de la empresa, sino además a la sociedad donde se pretende implementar la medida. Lo contrario nos coloca frente a la crónica de una muerte anunciada.

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