Historias panamericanas: al fin oro para el infortunado Fortune

Foto: ASB.

Por Víctor Joaquín Ortega


El discóbolo estadounidense Fortune Gordien tiene condiciones físicas y técnicas admirables. Ha ganado un puesto en la delegación de su país y competirá en los Juegos Olímpicos de Londres 1948. Lanza y con 50.77 metros supera la marca del clásico (50.48), lograda por su coterráneo Ken Carpenter en Berlín 1936.

Alegría que no se concreta, porque dos italianos lo empachan de pizza: Adolfo Consolini y Giuseppe Tasi con 52.78 y 51,78, respectivamente, se llevan el uno-dos en el podio.

Cuatro años después, en Helsinki 1952 es el principal favorito, incluso posee la marca del mundo de la especialidad. ¡Silencio, se dispone a lanzar…! Aunque se ha quedado por debajo de lo esperado, puede triunfar con su envío de 52.66.

Otra vez no lo consigue. Tres rivales lo dejan en el cuarto lugar: su compatriota Sam Iness (55.03), Consolini (53.78) y otro norteño Jim Dillon (53.28).

No ceja Fortune. Se esfuerza aún más, se mantiene en la élite de los lanzadores del planeta y no ha dejado de soñar con el oro olímpico. Dentro de su preparación está la presencia en los Juegos Panamericanos de Ciudad de México 1955. Se bate en la bala y termina como subtitular, únicamente por debajo de su coterráneo Parry O’Brien, dueño de 17.59 metros por 15.96.

En la espacialidad de sus amores por fin lugar dorado para Fortune con 53.10, que le gritan adiós al mejor disparo del certamen, impuesto por el norteamericano James Fuchs (48.91), en Buenos Aires 1951.

Melbourne 1956. Ora vez los expertos ponen a Fortune en el escalón de favorito. Ha estado muy bien y el arma de la experiencia vale mucho. Mas no han contado con un joven contendiente que es fuego: Al Oerte, compatriota del veterano.

Gordien se bate duro, aunque no puede con este muchacho que obtiene así su primer premio máximo con 56.36 por los 54.81 de su principal contrincante, quien fracasa por tercera vez en su combate por subir a lo más alto del podio.

Su vencedor conquista otros tres galardones máximos en la en la gran fiesta del músculo: Roma 1960 con 59.18, Tokio 1964 con 61.00 y Ciudad de México 1968 con 64.78, siempre por encima de la plusmarca de la magna cita. En la capital de Japón debió derrotar primero a una dislocación en el cuello. La lesión no pudo aguarle el quehacer.

Alfred Oerte fue recordista mundial y del continente americano durante cuatro oportunidades en aquella etapa, para muchos el mejor discóbolo y uno de los deportistas más grandes de todos los tiempos.

La pasión por las lides atléticas mantuvo activo a Fortune después de retirarse de los combates internacionales, luego de su cuarta gran conquista. Como ha señalado el historiador cubano José Elías Bermúez Brito en su libro Por los caminos del olimpismo (Editorial Deportes, 2013): “…regresó a las pistas ocho años después y prosiguió su carrera deportiva en pruebas nacionales hasta que se retiró definitivamente en 1985, a los 49 años. Nacido en 1936 en Astoria (Nueva York) obtuvo seis títulos en los campeonatos nacionales de Estados Unidos”.

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente