El Andarín Carvajal y la medalla robada en San Luis 1904


Por Víctor Joaquín Ortega

Pese a todos sus esfuerzos, Félix "Andarín" Carvajal arribó cuarto en la carrera de maratón de San Luis 1904. Encabezaba la prueba y llevaba un ritmo magnífico, pero el apetito crecido, más de un día sin consumir alimentos, lo llevó a arrancar unas manzanas verdes durante el trayecto. 

Estalló su estómago, a duras penas cruzó la meta y aunque con eso lograráser el mejor fondista de todos los tiempos de su patria, lo lacerará para siempre el dolor de ser el mejor y ver destrozada su posibilidad de demostrarlo.

La falta de dinero, solo le quedaba lo justo para pagar el pasaje de regreso a su patria, no tuvo para adquirir la ropa y el calzado apropiado para un atleta. Tampoco para comer. Y con el tiempo, gracias a varios investigadores, queda claro que le robaron el tercer puesto de ese combate.

Por encima solo los estadounidenses Tom Hicks, Albert Corey y Arthur Newton, en ese orden.

Se ha comprobado, sin embargo, que el declarado vencedor, como ha escrito el riguroso historiador deportivo José Elías Bermúdez: “…había tenido su ayudita, pues faltándole unos 15 kilómetros, cae desmayado y le es suministrada una inyección de sulfato de estricnina, con lo que continuó, y unos 8 kilómetros después debió recurrir a una segunda con la que llegó a la meta. Obviamente, esto es también una violación”.

Perdonado. Los jueces no vieron el hecho o no lo quisieron ver. Tal vez, los organizadores pudieron convencerlos de que lo más conveniente era callar.

Bermúdez usa en el texto citado la palabra tambié, porque antes había sido descalificado un coterráneo de Hicks, Fred Lordz. Llegó primero, pero fue sancionado porque montó durante la competencia en diversas ocasiones en el carro de un amigo.

Otra sanción significaba demasiada humillación para la sede de unos Juegos manchados con demasiadas acciones antideportivas y hasta antihumanas, como las discriminatorias Jornadas Antropológicas que causaron gran repulsa en Pierre de Coubertin, quien no asistió al certamen.

¿Por qué asombrarnos del escamoteo de la presea de bronce que debía ser de nuestro corredor? Esa sociedad injusta le robó vida y lo casó para siempre con la señora miseria.

Eternamente le dieron la mala a este triunfador sobre diversos andarines nacionales y extranjeros en La Habana, donde nació en Águila entre San Lázaro y Mar, el 18 de marzo de 1875, y en San Antonio de los Baños, donde pasó parte de su adolescencia y juventud.

Emigró hacia Estados Unidos y desde allí vino en una expedición y se incorporó a la manigua redentora. Mambí de la Guerra Necesaria martiana, por sus resistentes piernas se destacó como mensajero.

Después de la derrota del coloniaje hispano, sufrió el olvido y la pobreza a las que lo condenó el dominio de los yanquis, apoyados por los cómplices internos.

Trabajitos de menor cuantía: cartero en etapas navideñas, portero a veces de sumisas sonrisas en el Hotel Inglaterra, vendedor de vegetales y frutas que cultivaba en un huerto aledaño a la casucha donde residía debajo del puente de La Lisa.

El que lo hace famoso: hombre emparedado que recorre calles populosas de la capital cubana, un cartel al frente y otro a la espalda, para anunciar fondas, restaurantes, boticas y otros negocios, a silbatazos , perseguido por perros callejeros casi siempre. Así anunció y pidió fondos para su aventura olímpica y algo logró por cuestación popular.

Hasta el fin de su vida, poco acariciado por las manos del amor realmente, jamás se divorció de su amada miseria y continuó realizando proezas atléticas, aun en competencias foráneas, con recorridos en busca de sustento y fama en su país. Muere en La Habana el 27 de enero de 1949.

Le volvieron a robar. Ni siquiera al expirar le respetaron sus propiedades, las más valiosas, las más queridas por él: sus medallas y trofeos nacionales e internacionales, alrededor de 47 galardones —entre ellos la Copa de Plata conquistada en un maratón estadounidense— desaparecieron de la Estación de la Policía de Marianao, donde estaban depositadas a raíz de su fallecimiento.

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