La luz del Diario de Turín

Foto: La Jiribilla. 

Por: Víctor Joaquín Ortega

Andaba entristecido, aunque sin espacio para el pesimismo, por el descenso de la guardia en algunos, ciertos golpes de la burocracia, el dogmatismo y la corrupción, varios reveses deportivos, combinados con mis problemas de salud, cuando me iluminó Diario de Turín. La solidaridad en tiempos de pandemia, editado por la Editorial Abril.

La luz, Enrique Ubieta Gómez, la luz de tu obra me ha fortalecido. Allá el que no crea en el poder de la palabra cuando se usa bien y por el bien sobre todo. Mi boga conquistó mayor potencia debido a tu texto.

Sabía de ti, había asistido a varias de tus conferencias y leído escritos tuyos, pero no te conocía personalmente. Ahora te tengo muy cerca, debido a esa prosa surgida de tu corazón y tus conocimientos al vivir una hermosa batalla contra la muerte como el 38 integrante de la brigada del Contingente Internacional Henry Reeve que laboró en varias regiones de Italia durante varios meses en 2020.

Magnífico testigo has sido. No te encadenaste a contar historias por maravillosas que sean. Las penetraste. Tampoco te dejaste ganar por los paisajes aunque los diste. Y de una forma que permitió a los lectores recorrerlos junto a la belleza de lo histórico, no siempre alegre, con el optimismo a flote. Sin ocultar heridas, sabes controlar hemorragias.

Testimonias también los sueños, la fe en el mejoramiento humano, la esperanza en medio de la fealdad de un mundo a la deriva de la que ningún territorio escapa. Enderecémoslo. Tu obra ayuda en ese combate al intentar robustecer lo más puro de quien lo lea.

Nos das la poesía del quehacer, del decir de estos trabajadores de la salud, que sin ser perfectos -¿quién lo es?- se alzan desde ellos mismos para ofrecer su solidaridad con lo que aportan a la lucha por un planeta superior. Sin aquella, sin el internacionalismo, sin tratar a los seres humanos como merecen, sin la bondad enfrentando a lo perverso, ¿cómo salvarnos de lo peor de nosotros?

Lo observado y escuchado lo desarrollaste. Lo fortificas con citas situadas en el lugar y el momento precisos. Están las voces -las oigo- de los pacientes, voluntarios, médicos, enfermeros, funcionarios ítalos. No dejas fuera a personas de otras naciones, cubanas incluso, que viven allá. Opiniones, confesiones, pensamientos creíbles, alejados de la exageración no son pintados por encima de sus sentimientos. En todos, bondad.

Ahora presencio el concierto del pianista Giovanni Casella y la cantante lírica Ileana Jiménez; habló con amigos de Cuba, directivos de Crema y Turín, con los soldados de este ejército de batas blancas. Su misión ayuda a derrumbar las mentiras de los malditos, hasta veo el golazo de Cristiano Ronaldo; hiciste muy bien en mencionar su acción.

Fidel Castro nos hace vibrar desde varios discursos recordados por ti oportunamente. Los acompaño en el ascenso al pico que lleva el nombre de nuestro eterno Comandante en Jefe. Me estremece el asesinato de aquellas partisanas de la brigada antifascista Garibaldi. Italia no debe olvidar esta masacre. Esa es el alma del fascismo.

También entristezco ante el accidente que en Superga se tragó el equipo Torino en 1949. Me duele la única muerte sufrida en el hospital donde trabajó la brigada, pese a la victoria del Árbol de la Vida forjado por ustedes allí…

Hermano, hay tanta cubanía y universalidad en tu Diario; ya es más de todo el que lo desee. De vez en cuando vuelvo a beber en ese manantial situado en uno de los sitios preferidos de mi librero. Simplemente, te añado, en relación con tu testimonio, un vocablo bellísimo tan escuchado allá: ¡Gracias!

YER

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