Historias deportivas: Harry Mallin: "una mordida" casi le cuesta la gloria olímpica


Por Víctor Joaquín Ortega

La tristeza ha noqueado al peso mediano inglés Harry Mallin. Campeón de esa categoría en Amberes 1920,  llevaba tremendo paso en el ring de París 1924. Está sin consuelo: le había prometido a la familia otra medalla dorada y se va a ir con las manos vacías. 

“Me iba muy bien, hace cuatro años encontré rivales más difíciles. No sé cómo pude pasar por encima del canadiense Montgoremy. Después en la final me esperaba su paisano Georges: pegaba duro, asimilaba también. Le di muchísimo y no lo sentía. Pero lo fui desmoronando y por decisión me llevé la corona”, plantea a varios de los integrantes de su delegación.

“Aquí me iba más fácil. Hasta que enredé la pelea con el francés Rogger Bruosse. Fue reñida, pero ese hombre no es capaz de romper un merengue con sus puños. Sus golpes no me dolieron. Miren, me dolió más la mordida que me dio en un hombro” .

Se quita la camisa y muestra la marca que le ha dejado la ilegalidad del oponente. Protesta: “Y los jueces le han dado la victoria…”.

Compay, acaricie, bese, hágale una fiesta a las huellas de esa dentadura,

le dice el redactor de estas líneas muchos años después. Harry es convocado para que regrese al cuadrilátero: el galo ha sido  descalificado y decretado perdedor. El británico aprovecha la oportunidad: fiera entre las cuerdas vence al belga Joseph Beecken primero, y en la final su brazo derecho es levantado al ser mejor que otro inglés: John Eliott. 

La antideportividad no ha sido derrotada: ha crecido en estos tiempos cuando las competencias del músculo han sido manchada  por los negocios

¿Cómo olvidar la dentellada de Mike Tyson a la oreja de su oponente en una pelea por el título de los pesos máximos? ¿Qué se puede esperar de un carne de presidio? La delincuencia, la  cárcel, buenas canteras como la de los barrios preteridos donde aquellas dos tienen raíces, para la violencia en el ámbito atlético?  

¿Qué se puede esperar de alguien que se gane la vida en el oficio de destrozar rostros y dejárselo destrozar sin soslayar el daño en otros sitios importantes del cuerpo? 

El olimpismo no está libre de barbaridades, ni la hermosura del fútbol tan cantada por la prensa. El goleador uruguayo Luis Suárez en un arranque de furia mordió también a un contrario durante un partido. Fue castigado. 

Sin embargo, hubo funcionarios internacionales que deseaban golpes mayores contra el muchacho, hasta sacarlo para siempre del reino de los goles.  

Lo hecho por "Luisito" era incorrecto, pero el extremismo contra él de nuchos que callaban o eran cómplices más plenos de las indecencias de la FIFA, significaba un desparpajo, invento para ocultar cuestiones peores y disfrazarse de honestos a costa de una falla. Pululan los bandidos de cuello y corbata en el movimiento deportivo.

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