Por Víctor Joaquín Ortega
“Ahora me siento más campeón que nunca”, dice mi amigo Víctor ante la victoria del equipo cubano en la I Copa Mundial de Baseball5.
Y ahora va al por qué: “Yo nací y me críe en el Barrio de Cayo Hueso, en una casa de Neptuno, entre Marqués González y Oquendo, y casi todos los días jugábamos desde chiquitos a la pelota a la mano en el pasaje O' Giquel".
Mi tocayo continúa al bate: “Hasta se nos olvidaba almorzar y tú sabes que soy comelón, así que mi sacrifico era tremendo, pero el calor de aquellas batallas vencía al apetito”.
Víctor, continúa: “Nos batíamos con bolas de papel forradas con las cajetillas de cartón de cigarros o con pelotas de goma. Valía conectar de fly, los extrabases, los jonrones. Éramos cinco contra cinco en ese espacio estrecho y alargado. Era nuestro estadio del Cerro, nuestro Coloso.
"Por cierto, ¡cómo chivábamos a quienes tenían su hogar allí o la parte trasera de este. Se portaron muy bien con sus peloteros, hasta nos avisaban cuando se acercaba los guardias batistianos y nos defendían de ellos, que no gustaban de tantos jóvenes reunidos”.
Me cuenta: “Era una pelota a la mano distinta, porque no podíamos hacerla en Neptuno, una calle con un tráfico tremendo.
"En San Miguel si le metíamos a las cuatro esquinas, aunque preferíamos nuestro pasaje, donde nos uníamos estudiantes de las cercana Escuela Pías, como Pepe, el Loco y yo, alumnos de escuelas, públicas, de colegios pequeños barrioteros, trabajadores tempraneros porque la cosa en casa estaba en candela, y nos uníamos para gozar de verdad, muchachos negros, mezclados y blancos.
"Es cierto, no actuaban mujeres, tan limitada por los prejuicios y el dogmatismo. Esa inclusión de ellas en el Béisbol Cinco, prefiero decirla así y no Five, me encanta”.
Las tacitas con café que trae mi mujer frenan su conversación. En cuanto lo toma, sigue: “Este nuevo deporte tiene sus raíces en la pelota a la mano, las cuatro esquinas. Con sano orgullo te digo que los cubanos lo hemos inventado. Teníamos que ser los primeros medallistas dorados en su primer gran torneo. Y no fallamos".
Asegura: "La victoria no cayó del cielo. ¡Qué clase de equipo! Bien entrenado, bien guiado. Aparte de su velocidad, su fuerza, sus conocimientos técnicos, su preparación física y mental, fueron una familia muy bien llevada o como los tres mosqueteros: todos para uno y uno para todos. Ese uno fue ese joven, (Briandy) Molina, escogido el más destacado entre los hombres y en el Todos Estrellas. ¿Y qué me dices de la primera base Shakira (Aspiazú), o esa muchachita de la trenza larga…?”
No deja de sonar algo que le disgustó: “Se equivocaron al nombrar a la japonesa como la mejor directora técnica. El mánager ganador fue el mejor. Nadie me acuse de chovinista. Sin su labor no habría triunfo. ¡Cómo me molesta esa hemorragia de premios para que todos salgan contentos!
"Pasó con la selección del mejor equipo de voleibol de todos los tiempos: las Espectaculares Morenas del Caribe, porque ya nos habían escogido a Regla Torres y a Eugenio George como los mejores del siglo XX en sus categorías. La magia de la Niñas Magas no le llegan al tobillo de las nuestras. Aunque ocurre también acá, en cualuier ámbito. Esa es una gracia pequeñob Así la llamo. Y es tan injusta”.
Mi tocayo se despide así: “ Bueno, no te descargo más, pero tenía que explicarte por qué me siento más que nunca campeón mundial: como atleta del pasaje O Giquel, como cuatroesquinero, aunque sea un pedacito de ese título me toca”.