Por: Abel Rosales Ginarte
El reinado de la pandemia de la Covid-19 parece que asesinó algunos sonidos de La Habana. Con tanto encierro, nos acostumbramos a escucharnos desde adentro, y tal vez la ciudad se adaptó a la sentencia de nuestra Premio Cervantes de Literatura, Dulce MarÃa Loynaz: “Solo el silencio sugiere, solo el silencio da derecho a esperar algo mejor”.
Aquellos dÃas de aplausos a las nueve de la noche nos legaron una dosis de miedo difÃcil de olvidar.
Somos menos personas en La Habana y los ómnibus, que son pocos, pasan repletos, pero las mascarillas siguen mediando entre mucha gente y algunos se esmeran en hablar bajito en las colas. Es fácil encontrar a desconocidos que exigen su uso en sitios cerrados. Pero La Habana es más que el cañonazo que estremece al viejo Morro a las nueve de la noche. Vendedores ambulantes y colas interminables son un reto a la paz. Las noticias del control de la Covid 19 por estos dÃas son halagüeñas pero no debemos confiarnos.
Aunque el huracán Ian ha dejado una huella triste y dolorosa para algunas familias del occidente de la isla, no debemos olvidar que detrás del control de la Covid 19 está la voluntad y el ingenio de cientÃficos y profesionales de la salud. Respetar esa entrega sin lÃmite depende de nuestra conciencia y valores humanos. Muchas cosas nos faltan, pero la paz es la mejor medicina en tiempos tan convulsos
Después de los azotes de la pandemia La Habana se parece a una anciana cansada de decir adiós a tantos seres queridos. ¿Sera posible regresarle vida y sonidos nuevos? Tal vez los sonidos siguen ahÃ, pero los que sobrevivimos a la pandemia de la Covid 19 quedamos un poco sordos o seguimos escuchándonos desde adentro.