A los 18 años la muerte es una palabra improbable
Por: Redacción Digital
Mientras tomaba un refresco en el Bar Encanto, en la intersección de las calles 100 y 51, en Marianao, Manolito Aguiar GarcÃa (Manolito) esperaba sereno a su contacto con la Dirección del Movimiento 26 de Julio en la capital.
Era el 1ro de noviembre de 1958, y la tiranÃa de Fulgencio Batista habÃa convocado para dos dÃas después a una farsa electoral, en medio de una represión sin precedentes ante el avance de los rebeldes; el movimiento revolucionario se preparaba para arruinar las votaciones.
De pronto, un auto frenó y de él bajaron Ramón Calviño, Riverito y Ariel Lima, traidores del Movimiento convertidos en asesinos de la dictadura.
Manolito sacó su pistola, pero Calviño lo hirió en el cuello, y presumiendo de su punterÃa, lo remató de un tiro en la sien, a la vista de comensales y dependientes.
Martiano y Fidelista
A los 18 años la muerte es una palabra improbable y más para un joven como Manolito, lÃder de la Asociación de Alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza de Marianao y valiente como el que más.
Ferviente admirador del pensamiento martiano, también lo fue del jefe de la Revolución. Compañeros de lucha aseguran que sugerÃa: “Todos tenemos que escuchar a Radio Rebelde; es necesario oÃr lo que Fidel orienta desde la Sierra, y cumplir con lo que diga”.
Capitán de las Milicias del Movimiento 26 de Julio, Manolito Aguiar también orientaba leer las publicaciones de la organización, como guÃa para la acción y el combate contra la tiranÃa.
Apenas a dos meses del triunfo de la Revolución del 1ro de enero, la muerte le sorprendió en el trabajo del semi clandestinaje, operando con un grupo de acción y sabotaje del Movimiento.
LLHM