Béisbol: los cantos victoriosos nos dañan

Foto: WBSC.
Por Víctor Joaquín Ortega

Si el equipo cubano hubiera pasado a la ronda decisiva de la reciente Copa Mundial de Béisbol Sub-23 nos habría dañado. Sobrarían las loas sobre esa actuación: ya se entonaron bolerones a partir de los triunfos sobre México y Australia, y los posteriores en la Ronda de Consuelo. 

En Taiwán estuvimos mal. De llegar a esa fase, con más derrotas que victorias, sin convencer al pueblo, hubiera sido una  victoria pírrica, donde la emoción y el canto amoroso al esfuerzo, como se acostumbra, tratarían de ocultar el desastre y lesionarían la lucha por salir de tantos baches. 

El amor por la pelota debe estar muy lejos de la ceguera, el fanatismo, el chovinismo.

Hasta le caerían arriba al magnífico comentarista y narrador deportivo Sergio Ortega. Ante los primeros tres reveses expresó que no podíamos asombrarnos: los muchachos se habían batido pero ese es el nivel del país en la categoría: el propio torneo nacional lo había mostrado. Esa es la verdad gane o pierda nuestra representación. 

Las raíces están en varios terrenos, desde el bloqueo yanqui, más allá de las leyes y lo material, y los errores nuestros, del brazo del esquematismo, del idealismo barato con los pies separados de la tierra, especialmente en las fallas más viejas.

No podemos prescindir de las alas, se podrán usar cuando es posible: utilizarlas a destiempo, sin estar preparados, es una equivocación que se comete sea cual sea el sector. Marchar por encima de lo probable, sin ver el momento que vivimos, es tan fatídico como no observar las fallas, ocultarlas, no chocar con ellas y vencerlas.

Lo señaló José Martí: “Es necesario contar siempre que los intereses rigen principalmente  a los hombres, y que rara vez las virtudes están del lado de los intereses” Cómo congeniarlos es tarea importantísima de los dirigentes.

Cada cual debe recibir de acuerdo a su trabajo, a sus logros, en cualquier ámbito como señala el marxismo para  etapa, o se es injusto y tonto. Cada cual debe recibir lo que merece: equidad martiana y no el maligno igualitarismo.  

Cada vez debemos estar más ligados a la profesionalidad: rigor, entrega, dominio, amor por la profesión, sin dejarse ganar por el  profesionalismo: en esencia, la búsqueda del lucro por encima de todo. 

No solo existen carencias materiales: falta un superior trabajo ideológico, humano digo, sobre las almas y no solo en el deporte nacional. Si no esculpimos el espíritu a la altura de la fuerza y la velocidad, la técnica, la resistencia. 

Debemos saber guiar hacia la virtud, sin teque, ni escondrijos, ni mandonismo, alejados del extremismo y de la blandenguería. Y, principalmente, siendo ejemplo. 

Siempre, y más si te muerde el revés, es ineludible el análisis y no quedarse en lo poético, sin congelar por lo frío o incendiar por lo emocional. Al final, el exceso de ambos quema. He visto esos cánticos en la prensa cubana,  sobre todo acerca de lo conquistado por las delegaciones a Centrocaribes y Panamericanos y otras justas en los últimos tiempos.

No podemos estar en contra del canto al esfuerzo, al coraje, el sacrificio  pero no al estilo de una cortina de humo. Son indispensables las opiniones de los comentarios y artículos libres de loas inmerecidas.

El propio Ortega criticó la manera de perder un  encuentro  debido a una jugada obsoleta en los altos niveles, en general: el doble robo demorado, y cómo el hombre que estaba en segunda no llegó a home con el gran batazo del emergente. Tenía suficiente tiempo para anotar. Si no viene el wild posterior. 

Necesitamos que técnicos, atletas,  funcionarios y periodistas, jamás apartados de la opinión del pueblo, reflexionen, polemicen, encuentren vías, sin dejarse ganar por la busqueda de asideros para el canto desmedido ante cualquier pequeño logro.

Al final, el equipo cubano finalizó décimo en el certamen, no justifiquemos, vayamos a las raíces y analicemos con la verdad en la mano.

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