Foto: Boris Luis Cabrera. |
Los animales, en busca de mayor compenetración, han creado un campeonato de béisbol en medio de la selva. Los organizadores deben tener cuidado, eso sí: los lobos de vez en cuando, al jugar con los conejos tienen una mirada poco deportiva: imagínense.
Y por ahí se les van a esas fieras algunos encuentros por culpa de los errores o al dejarse cantar el tercer strikes, prendidos a su tremendo apetito.
Los leones al frente del torneo y este fin de semana se enfrentan a las jirafas. El cuarto bate de estos rugidores es el Príncipe León, heredero seguro del reinado ocupado ahora por su padre. Fuerza, inteligencia, rapidez, habilidades crecientes tiene este cachorro. Y no solo para la pelota.
Ese puesto en la ofensiva no le llegó por lisonja o miedo: es el mejor toletero del equipo, muy bueno en la defensa de la primera, y los expertos lo consideran el más destacado de todos los participantes. Capitán del conjunto, lo lidera con esa luz especial que fortalece a todos y vale tanto como un jonrón con las bases repletas. A veces, mucho más.
Hoy los organizadores de la liga se reúnen con los representantes de los seleccionados que compiten el próximo fin de semana. El Búho, el juez principal, la preside. La conversación con los representantes de dos de los colectivos más brillantes puede ser escuchada por ustedes. Manager de los leones: queremos que nos ratifiquen contra quienes nos enfrentaremos, a qué hora y en cuál lugar.
Búho: Se lo responderé fácil: este campeonato está muy bien organizado. A ver… (Junto al decir, toma las hojas de parte de la oveja, uno de los asistentes más eficaces). Como ya se les había informado, a partir de las dos de la tarde chocarán con las jirafas en el terreno aledaño a la Loma de la Dicha. Manager: “pues hay que cambiar el contrincante y el escenario”.
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El búho muestra cierta incomodidad, sin propasarse; recuerden que trata con los reyes de la selva. No obstante, dice: “Usted sabe lo que es cambiar ahora todo eso; Va ocasionar mucho trabajo. Se puede hacer, pero…”
El manager no lo deja terminar: “Amigo búho, no hay pero que valga. Estamos al frente de la pelea, de sobra sabe quiénes somos y nuestra historia… Además, en nuestro equipo milita el más sobresaliente de los hijos del Rey León. Queremos que se sienta más cómodo, más feliz en el encuentro…
Manager: ya le dije y lo repito: no cabe aquí esa palabra. Usted quiere aguarles la fiesta a mis dirigidos, a sus seguidores, a su estrella. El batea largo, contundente, y esos fly muy altos, las jirafas, con ese tamañón, pueden atraparlos. Queremos mantenerlo muy contento. Búho: Bueno, y el lugar… ¿por qué? Manager: Preferimos el más pequeño, cerca de la laguna Nos cuadra muy bien a nuestras características jonroneras. Allí le ahogamos la risa a las hienas 10 por uno. La oveja comenta: Me acuerdo, me acuerdo; se lucieron, se lucieron.
Manager: El escogido por ustedes está muy cercano a donde viven las cebras. Y ellas nos piden siempre mayor protección. El de la laguna es más solitario, tranquilo; es injusto llenar de peticiones a nuestro gran capitán: no es primera vez que me lo sacan del juego.
Ahora vamos a jugar pelota: que las cebras vean esto después. Otro pedido: que los oponentes sean las ardillas. ¿Hay algún problema? Búho: se hará así.
Así se hizo. Los leones se comieron (es un decir, no se equivoquen), con anotación de 15 por cero con dos jiles permitidos solamente a los perdedores, con roletazos lentos por el cuadro y gracias a la velocidad de patas de los corredores.
Feliz el Príncipe: con el madero, de siete oportunidades, cinco incogibles, dos de ellos cuadrangulares, uno con las bases llenas. Los leones conquistaron en calidad de invictos el campeonato, el primero y único entre los animales.