Finlay y el desagravio de la historia


El 14 de agosto de 1881 en una reunión de miembros de la Academia de Ciencias de La Habana Carlos J. Finlay dio a conocer su tesis sobre la propagación de la fiebre amarilla.

Por: Sender Escobar  

Carlos J. Finlay prefirió hacer su vida profesional en Cuba a pesar de su educación en el extranjero y origen europeo. 

Su nacimiento en Camagüey determinaría para siempre el lazo afectivo que lo unió a la mayor de las Antillas, donde realizó la mayoría de su trabajo.

La investigación y divulgación de sus descubrimientos al parecer siempre tendrían un adversario temporal. En 1868 La Habana sufría una epidemia de cólera. 

A finales del propio año, la colonia estaba envuelta en el conflicto iniciado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre y la política de censura impuesta por las autoridades españolas, se extendía también al campo científico.

Finlay centrado en hallar el verdadero motivo de la propagación de la epidemia que asolaba a la capital de Cuba, descubrió su origen en las aguas que circulaban por la zanja real. Principal fuente de abastecimiento de la ciudad.

Finalmente en 1873 cinco años más tarde, cuando ya había pasado la epidemia, sería publicado su estudio gracias a la Real Academia de Ciencias de La Habana en la que Finlay ingresó en 1872.

Como representante de la academia cubana, integró junto a científicos estadounidenses la primera comisión realizada en Cuba en 1879, para investigar a una de las enfermedades más mortales de la época: la fiebre amarilla.

Sería el 14 de agosto de 1881 en una reunión de miembros de la academia de ciencias, cuando dio a conocer su tesis sobre la propagación de una enfermedad considerada endémica en la isla.

Su trabajo nombrado: El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla  fue incluido en los registros de la institución y significó la consagración del médico cubano a demostrar su teoría.

En un congreso internacional celebrado en Estados Unidos como representante de Cuba y Puerto Rico, dos factores atentarían a que la tesis divulgada por Finlay fuera desestimada por la comunidad científica.

Una, la creencia popular de la propagación de la fiebre amarilla mediante el aire o aguas contaminadas y el auge de la bacteriología, a la cual Finlay también había contribuido.

Desde entonces y hasta 1900 Finlay junto a un solo colaborador, el doctor español Claudio Delgado, investigaría rigurosamente sobre las causas del contagio de esta enfermedad. Para demostrar su tesis durante los 19 años que sostuvo la investigación, 104 voluntarios fueron picados por la hembra del mosquito Aedes aegypti, de los que registró fecha y lugar.

No solo mantuvo su tesis para demostrar el agente transmisor, también se enfocó en la divulgación y métodos para prever más contagios y ayudar a la mejoría de los enfermos. 

En los años 1893, 1894 y 1898 serían creadas tres comisiones para investigar el estado de la enfermedad en Cuba. La cual se agravó con el estallido de la guerra de independencia de 1895 y las condiciones de insalubridad que dejó el conflicto cuando finalizó en 1898.

El entonces gobernador militar de Cuba, Leonard Wood, solicitó una campaña de saneamiento en la isla, para detener la propagación de la fiebre amarilla. El médico estadounidense William Gorgas sería el encargado de realizarla guiado por los consejos de Finlay.

Sin embargo, otro doctor llamado Walter Reed, quien presidió una de las comisiones investigadores que visitó el país, se había mantenido escéptico a los postulados de Finlay.

Reed adentrándose en los estudios del médico cubano y el diario de uno de los voluntarios que se sometió a la picada del mosquito y registró la evolución de la enfermedad hasta su fallecimiento producto de la misma, el doctor Jesse Lazear, comprobó en efecto, la veracidad de lo planteado por Finlay.

Pero la autoría de la investigación llevada a cabo por Finlay y su efectividad probada desde el punto de vista epidemiológico, no fueron reconocidas hasta los años 30 del siglo XX.

A pesar de la negativa temporal a la autoría de sus investigaciones, el talento y consejos de Finlay serían útiles en el inicio de la república cubana, ya que fue nombrado por el gobierno de Tomás Estrada Palma, jefe superior de sanidad, donde aplicó nuevos métodos para encarar posibles epidemias y enfrentó con éxito la última ola de fiebre amarilla en el país, que solo duró tres meses.

Los estudios del médico también fueron reconocidos en la obra del Canal de Panamá. Concluida gracias a los aportes de Finlay, atestiguados con una tarja en la línea acuífera que une los océanos Atlántico y Pacífico.

Tal vez parecía que los empeños del doctor Finlay quedaban empañados por las circunstancias políticas. Sin embargo este no dejó de trabajar en pos de comprobar verdades que aportarían significativamente al bienestar humano. 

Pudo haber influido en ello su pasión por el ajedrez, deporte en el que era un jugador consagrado.

Finlay como buen trebejista, mantuvo su estrategia firme y continuó jugada tras jugada asentándole golpes a cada uno de las formaciones defensivas que le imponían sobre el tablero que fue su vida. El jaque mate que propició a las negativas, fue el desagravio consigo mismo y con la historia. 

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