La actual etapa deportiva urge de mayor atención espiritual

Foto: DW.
Por Víctor Joaquín Ortega

El profesionalismo: la búsqueda del lucro a toda costa no es lo mismo que la profesionalidad: rigor, disciplina, entrega, especialización mayores, indispensables para dicha profesión: el deporte en su más alto nivel.

¿Acaso profesores, científicos, periodistas, artistas, ingenieros, arquitectos, médicos, etc., no cobran por la labor realizada? Lo correcto y necesario es que a cada atleta se le pague según lo aportado en su trabajo, y que cada uno reciba lo merecido, equidad marxista y martiana muy lejana del igualitarismo absoluto.

Pierre deCoubertin, expresó: “…lo que interesa es el espíritu deportivo y no ese ridículo concepto inglés que permite que se dediquen al deporte únicamente los millonarios…”. Citado en 1963 por Gastón Meyer, en El fenómeno olímpico, dijo en 1910 “…pasaron los tiempos en que podía pedirse a los atletas que pagasen sus viajes y alojamientos. Se trata en suma de una barrera social de preocupación de casta. Se me antoja tan pueril relacionar esto con el hecho de percibir algún dinero, como el proclamar que el  Sacristán de la Parroquia es necesariamente un incrédulo, porque recibe una retribución para asegurar el servicio del Santuario”.

Su censura al profesionalismo no se limita al ánimo de lucro porque considera muy nociva “…la detestable vanidad que hace buscar al hombre  vulgares laureles  y groseras satisfacciones de amor propio, donde radica el peor enemigo del deporte y al mismo tiempo de la educación física tomada en su conjunto (Octubre de 1902).

Las especialidades súper violentas han sido incrementadas en la cantidad y los excesos propios de un mundo a la deriva.

Las trompadas pagadas arribaron a la magna cita. El boxeo amateur ya no es vitrina ni pago por debajo: el dinero incluso usurpa el brillo a las medallas. Ni el Mundial escapa. Cantos periodísticos a torneos injustos. La protección, cada vez menor, las cabeceras fueron quitadas, se aumentaron los rounds, hay mercenarios. No pocos de ellos con estilo de peleador de taberna. El arte boxístico despreciado: preferidas la sangre, el show.

Y es sueño de los negociantes, pesadilla en verdad: 10 y más que también conquisten los Juegos Olímpicos, guantes más pequeños y enfundar mejor las manos para dañar más. La enajenación no solo atrapa a los practicantes.

Los aficionados —cantores y organizadores intentando convertirlos en fanáticos— sufren las consecuencias del despertar de la fiera que todo ser humano lleva adentro.   

Lo planteado por José Martí sobre el asunto en el primer número de La Edad de Oro, esclarece: aprecia que los seres humanos hallan goce en correr riesgos y es válido: “Los hombres de todos los países blancos o negros, japoneses o indios, necesitan de hacer algo hermoso y atrevido, algo de peligro y movimiento, como esa danza del palo de los negros de Nueva Zelanda”.

Mas demuestra que la valía se pierde cuando hay plata por medio, gente viviendo a costa de los riesgos y excesos de los demás y sus terribles en el alma en los espectadores, apoyados por “las palabras como de novela” de periodistas capaces de poetizar y facilitar la enajenación al tratar horribles contiendas antideportivas, antiolímpicas y antihumanas que lesionan y usan a los caminadores del Madison Square Garden y los púgiles actuantes en esa instalación  y otras arenas. Y en aquellos momentos estos certámenes y loas estaban en pañales.

Hay que adaptarse a los tiempos y adaptarlos a nuestros valores. Como el saltador de longitud,  en la vida a veces debemos ir atrás para coger impulso e ir más lejos.

Lo significó Martí, pero tenemos que evitar quedarnos atrás o brincar a la derecha, y tampoco podemos permitir que entrenadores y funcionarios sean atrapados por el profesionalismo soslayando la profesionalidad. Son ante todo escultores de las almas y deben cuidar aún más el físico de sus muchachos imprescindible cuando se camina por un territorio lleno de veneno.

La falta de antídoto, de humanismo, de amor por los demás en un ámbito de este tipo permite a la perversión hacer zafra. En realidad, dónde no.

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente