Por: Isabel María Calvo Sánchez
Los cubanos actuales atesoramos con emotividad nuestra historia colmada de jóvenes héroes y mártires que nos sirven de constante fuente de inspiración. Nos enorgullecernos, por ejemplo, del mayor Ignacio Agramonte y Loynaz.
Lideró las fuerzas mambisas en la extensa y compleja región del Camagüey, lo cual generó una extraordinaria admiración en el alma de José Martí.
Al decir del Apóstol, Agramonte marchó a la manigua siendo casi novio, recién casado con su esposa Amalia Simoni respondía así a la urgencia de luchar por ver a Cuba libre e independiente de la explotación colonial española.
Martí valoró la actuación del patricio camagüeyano en su interaccion con el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, en varios escritos, especialmente en su emblemático artículo titulado "Céspedes y Agramonte", en el que enfatizó: "(...) De Céspedes el ímpetu y de Agramonte la virtud".
En Jimaguayú, en la provincia de Camagüey, el 11 de mayo de 1873, muere aquel, que al decir de Martí, era un diamante con alma de beso: Ignacio Agramonte y Loynaz. Honor y Gloria para este gigante de nuestra Historia. #Cuba #CubaViveEnSuHistoria @DiazCanelB pic.twitter.com/CRK58r85TY
— Dr. Roberto Morales Ojeda (@DrRobertoMOjeda) May 11, 2022
Una de las más hermosas y justas valoraciones sobre estos grandes líderes de la Guerra de los Diez Años fue la que realizó al analizar el enfrentamiento entre ellos en la Asamblea de Guáimaro, cuando la posición de Céspedes era establecer el predominio del mando militar mientras que la propuesta de Agramonte era subordinar éste a la Cámara de Representantes.
Sobre el acontecimiento Martí precisó: "(...) Ambos tenían la razón, Céspedes la tenía primeramente y Agramonte segundamente".
Cuando cayó en heroico combate tras una trayectoria militar y ética legendaria en un corto periodo de tiempo, ofrendaba su joven vida en brazos de la Patria agradecida dejando para la posteridad la huella en la Historia de Cuba.