Por: Sender Escobar
Martí percibió en los deportes una fuente infinita de riqueza espiritual. Foto: Cuba Cultura.
“En cada solar hay un desafío de pelota, son gente común que acude a dar rienda suelta a sus energías en porfías donde (…) juegan con brazos desnudos y ágiles los favoritos de la ciudad”. Así escribió José Martí en uno de los pasajes del texto Escenas norteamericanas.
Parte de la cotidianidad de la ciudad donde residía el Apóstol estaba envuelta en la euforia por la práctica de un deporte al que, a pesar del movimiento constante de una urbe como Nueva York, la mirada periodística de Martí no era indiferente.
“En medio de tanto ajetreo, el béisbol ocupa un lugar protagónico, jugado en todas partes por niños, jóvenes y adultos”.
El carácter del deporte y su
trascendencia en la sociedad fueron observaciones retratadas en los escritos de
Martí. Sus análisis no quedaban solo en la impresión que provocaba un
enfrentamiento deportivo, pues el Apóstol percibió en los deportes una fuente
infinita de riqueza espiritual, para solventar la fortaleza física como
complemento necesario en la vida de las personas.
Sin embargo, advirtió en el
mundo deportivo los vicios aparejados a ellos. La expectativa de la pelea entre
dos afamados púgiles Sullivan y Ryan, en 1882, quedó registrada en una crónica
donde narra la antesala a un evento, que por instantes ha opacado el resto de
la vida político social de los Estados Unidos.
Martí en un juego de béisbol en Cayo Hueso, Estados Unidos, en 1889. Foto: Sender Escobar.
“…Y allá va al fin, cruzando los llanos pantanosos de la Louisiana, el tren veloz con los peleadores, con sus segundos, con la esponja y los menjurjes de curar, con los dineros de la lidia, con sus vagones repletos, techados de gentes, rebosada de los carros. Allí el beber, allí el vocear, allí el proponer apuestas y aceptarlas”, describió.
El trato inhumano al que eran sometidos sus practicantes por apostadores que veían en los deportistas solo un medio de generar dinero fue una de sus preocupaciones, así como la crueldad dentro de las cuerdas del ring.
“A la par que los jayanes se dieron las manos y ponían a hervir la sangre que iba a correr abundosa a los golpes, encuclillados en el suelo contaban los segundos, los dineros que se habían apostado a los dos hombres”.
En sus apuntes, el músculo y lo primario del comportamiento humano no es el único protagonista. Un deporte como el ajedrez, del que fue practicante esporádico, donde la inteligencia y concentración asisten como medio de triunfo, es centro de los eventos competitivos organizados en Nueva York.
“Por los balcones abiertos invita otro pianista ruso, tocando melodías de Chaicovsky, a que suban los transeúntes al torneo de ajedrez, presidido por el retrato de Paul Murphy, donde el célebre Mijaíl Chigorin, maestro del gambito de Evans derrota con trabajo a McLeods, muchacho de Quebec, que en un relámpago de genio inventa lo que años de talento no le pueden destruir”.
Una preocupación constante de Martí fue el rol de la mujer en una sociedad donde los prejuicios y normas patriarcales las sumían en un rol doméstico, sin que pudieran o aspiraran a otras preocupaciones o metas que no fueran la atención puertas adentro del hogar.
Sobre la superación femenina y la práctica deportiva, destacó el Apóstol: “La mujer debe aprender, en lo esencial al menos, cuanto aprende el hombre(…). Las alumnas de los colegios reman tanto y tan bien, en el río campesino, que el colegio de Wellesley acabó este año sus fiestas, con una regata en que había nueve botes”.
El deporte como cultura y fenómeno social, fue para Martí en sus Escenas norteamericanas uno de los matices con los que el Maestro dibujó la sociedad de entonces.
Las crónicas de un tiempo, las diversas miradas en torno la realidad y lo cinematográfico de sus textos, tienen en el deporte uno de sus protagonistas, al abundar su mundo desde la perspectiva de escritor, pero también con la pasión del aficionado.