En Tokio, Orta mostró un coraje a prueba de llaves, defensas y ataques de los más encumbrados. Foto: Reuters. |
Llegó a los Juegos Olímpicosde Tokio 2020 sin mucho palmarés en las grandes citas. El luchador habanero Luis Alberto Orta Sánchez no gozaba de titulares y cantos periodísticos en Cuba o en el extranjero, pero se llevó la gloria.
Para algunos era uno más del grupo, mas no para él. Lo demostró desde su combate inicial en busca de su clasificación en la categoría de los 60 kilogramos. Sacó a relucir la fuerza y dominio de la técnica. El rival quedó perplejo ante aquel levantón de este joven de tan pocos logros en la escena mundial.
Su alegría no queda en el sueño de una jornada. No cree en títulos ni lo que dice el papel sobre los contrarios. Tampoco en la opinión de los expertos que colocan a os oponentes por encima de él. La vida siempre es más verde esperanza que cualquier texto.
Junto a su destreza, su fortaleza física y mental, propia de la escuela cubana de lucha grecorromana, Orta agrega un coraje a prueba de llaves, defensas y ataques. La iniciativa es suya. Tiene para concretarla.
Ya está en la final. Frente al muy conocido, el dos veces tirular mundial, el japonés Kenichiro Fumita. Muchos estiman que Orta ya ha hecho bastante, más de lo que se esperaba, ha cumplido, puede conformarse con el premio de plata, que brillaría como oro en su pecho. Él no está de acuerdo: quiere la medalla dorada verdadera. Por ella va.
El nipón se ve sorprendido,
hasta asustado. El de Cuba no respeta las coronas ni los galardones, ni la
mayor experiencia de los contrincantes.
El doble monarca del orbe no
se salva. Sufre la presión contante del latinoamericano que ha impuesto la
rumba sobre el colchón, el guaguancó propio de lo que yo estimo escuela
antillana de la lucha clásica, desde los métodos de entrenamiento hasta el
estilo, la técnica, lo científico, la táctica y la estrategia concebidas, todo
sobre la base de la creatividad.
Con su oro, Orta fue la gran sorpresa de Cuba en Tokio 2020. Foto: Reuters.
Ah, el anfitrión ignora que junto a su oponente están forjadores, aunque han fallecido, como Pedro Val, uno de los mejores entrenadores del mundo de todos los tiempos, y Gustavo RolléFernández, el padre de la lucha cubana, exaltados al Salón de la Fama internacional de la disciplina.
Los herederos de esos hombres están en la esquina de quien destroza los sueños del asiático en la pelea decisiva: Raúl Trujillo y Filiberto Ascuy, dos joyas que saben esculpir a sus alumnos.
En estos momentos de dicha no olvido a Cambó, uno de los dirigentes fundadores del InstitutoNacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder), quien practicó esta especialidad, ni a José “Pini” Yánez Ordaz, todo un científico, quien obtuvo preseas centrocaribeñas y panamericanas y se batió en la justa olímpica de Roma 1960, donde fue el abanderado de la representación caribeña.
Fumita, más allá de quien te venció, tenías un muro ante ti. No podías pasar del segundo peldaño pese a tu hoja de servicios. Este habanero es mucho habanero.
La premiación. La bandera de la patria es izada hacia lo más alto y resuena en el pabellón el Himno Nacional. Y en el pecho de Luis Alberto Orta Sánchez refulge la primera medalla de oro de Cuba en Tokio 2020.