Hoy se cumplen 149 años del horrendo fusilamiento de los 8 estudiantes de Medicina. Foto: Tomada de Internet |
Inocencia es un término que describe la carencia de culpabilidad de un individuo con respecto a un crimen, pecado o fechoría; puede también ser utilizada para indicar ingenuidad, sencillez, honradez.
Sin embargo, este 27 de noviembre, cuando se cumplen 149 años del horrendo asesinato de los ocho estudiantes de Medicina, ese vocablo significa más, mucho más, para un pueblo que atesora tales cicatrices en su historia.
Para Cuba, cada 27 de noviembre, inocencia también significa valentía, arrojo, dignidad, patriotismo.
En 1871, más de 40 estudiantes de primer año de Medicina fueron llevados a dos Consejos de Guerra, acusados de profanación de tumbas.
En el primer juicio unos quedaron absueltos y otros tuvieron condenas menores, pero la furia del Cuerpo de Voluntarios de La Habana y la bajeza del gobierno colonial español se combinaron para anular la sentencia.
En el segundo de esas sesiones penales, ocho de los universitarios fueron condenados a muerte, lamentable suceso que constituyó uno de los hechos más atroces e injustificados de la historia de la Cuba colonial.
Ellos no profanaron la tumba del periodista español Gonzalo Castañón, como falsamente se les imputaba, pero la justicia no llegó a tiempo para salvar a aquellas almas lozanas.
El asesinato de los ocho estudiantes de Medicina, provocó repulsa mundial y atizó el sentimiento independentista en los cubanos, un sentimiento que, hasta hoy, continúa latente.
Es por ello que cada año jóvenes universitarios realizan un tradicional acto de conmemoración que, este viernes, tendrá lugar en la acera del Louvre en La Habana, con la presencia de museólogos, historiadores y descendientes de canarios.
Ese es uno de los actos más antiguos organizados por la Oficina del Historiador, el cual, además de evocar aquellos trágicos sucesos, rememora la actitud del capitán canario Nicolás Estévanez, quién se opuso a la injusta condena, y la del capitán Federico Capdevila y Miñano, que actuó como defensor de oficio en el primer juicio, acusó a los verdaderos criminales, y reclamó respeto a la verdad y a la ley.