La mirada que Ninfa no ha podido olvidar

Foto: Tomada de Internet. 

Por: Cáliz Moré Leal 

Aproximadamente a las 13:10 (hora de Bolivia) del 9 de octubre de 1967, Ernesto Guevara de la Serna, "Che", fue asesinado por orden de la Agencia Central de Inteligencia (Cia), en La Higuera, pequeña localidad boliviana ubicada en el municipio Pucará, al sur de la provincia de Vallegrande.

En horas de la mañana de aquel lunes, narra la periodista Adys Cupull, llegaron a la pequeña escuela Ninfa Arteaga y su hija, Nilda Hidalgo brindando sopa de maní a los soldados que custodiaban al Che, quien se encontraba vivo, sólo con una herida en la  pierna.

Adys rememora cómo Ninfa, en aquellos momentos en que la guardia no permitió que se le diera de comer a los detenidos, dijo "pues sí comerán porque ellos también son personas".

Luego cuando se acercó al Guerrillero Heroico este le preguntó: "Y los otros ya tomaron sopa" y al Ninfa afirmarle que su hija se ocupaba de ello, fue entonces que el Che accedió, momento en que la bolivina  pidió que le safaran las amarras de las manos para que él pudiera ingerir el alimento, al hacerlo le propinó una mirada tan tierna que ella nunca la ha podido olvidar.

Así era el Che, firme y fiel hasta el final. 

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