Abel Santamaría Cuadrado vive en la juventud cubana



Abel Santamaría (izquierda) junto a Fidel Castro (derecha). Foto: Cubadebate. 
Por: Isabel María Calvo Sánchez

El 20 de octubre de 1927 en Encrucijada, entonces provincia de Las Villas, al matrimonio de Joaquina y Benigno les nació un hijo al que nombrarían Abel Santamaría Cuadrado.


La familia lo recibió con alegría, sin imaginar cuán dramático y heroico sería el destino que él escogería, por lo cual dejaría su huella de luz en las páginas de la historia de Cuba.

Su suerte durante la niñez y la adolescencia estuvo signada por la condición social de ser hijo de padres humildes, integrado a una numerosa familia que conformaban sus hermanas Haydée, Ayda y Ada, a quienes se sumaba su hermano Aldo.

Aún en su etapa infantil, ellos se trasladan al Central Constansa donde el padre se coloca como jefe del taller de carpintería, mientras él  transita por la enseñanza primaria y cultiva una espontánea adicción por la poesía.

A los 13 años acontece en su vida un hecho que lo conmociona: conoce a Jesús Menéndez, líder obrero del sector azucarero, que tenía bien ganado el epíteto de El General de las Cañas. De él recibiría a tan temprana edad el primer impulso hacia el camino de las ideas socialistas.

Apenas concluyó la escuela primaria comenzó a trabajar en el central. Inició como mozo de limpieza, luego fue despachador de mercancía y finalmente oficinista, manteniendo una estrecha relación con los trabajadores azucareros que se habían vinculado con Menéndez.

Con 19 años, Abel viaja a La Habana buscando nuevas posibilidades de trabajo y estudio. Logra instalarse en la capital cubana y junto al quehacer laboral estudia el bachillerato primero y luego la Escuela de Comercio y el Instituto de Segunda Enseñanza.

Por entonces, se integra al Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo y participa activamente en la campaña de apoyo a Eduardo Chibás, a la vez que mejora de trabajo, pasando a ser contador y tesorero de la agencia de autos Pontiac.

Alquila el apartamento 603, aledaño a la intersección de las calles 25 y O, marcado con el número 164, en El Vedado. Trae a vivir a su hermana Haydée, con quien tenía afinidad de intereses y pensamiento político.

Haydée Santamaría junto a Melba Hernández serían las dos mujeres del asalto al cuartel Moncada.

Como parte del activismo en la juventud ortodoxa participa en la repulsa popular por el golpe de estado de Fulgencio Batista, en marzo de 1952 , accionar al calor del cual coincide con Fidel Castro en el criterio de que "había que hacer algo contra la dictadura".

El primero de mayo de 1952, en los actos conmemorativos por el Día Internacional de los Trabajadores, sucede un hecho que marcaría definitivamente el destino común de dos hombres, se conocen Fidel y Abel, y con el estrechón de manos quedaría sellado este, pues muy pronto ambos comienzan a gestar el asalto al cuartel Moncada.

El apartamento de Abel se convierte en centro de reunión de los jóvenes que Fidel reclutaba. La mayoría eran participantes en acciones y actividades políticas de la juventud ortodoxa y llegaron a pasar de mil 260.

Aunque fueron entrenados en el manejo de armas de fuego, solo una exhaustiva selección integró el listado de los asaltantes al Moncada.

Fidel y Abel organizaron minuciosamente la acción. Este último pidió el sitio de mayor riesgo, con el fin de preservar la vida del Comandante en Jefe.

Por su parte, el líder de la Generación del Centenario del Apóstol planteó que sería él quien ocupara el puesto más peligroso (el ataque a la posta tres), mientras que envió a Abel hacia la retaguardia, con la misión de tomar el Hospital Civil Saturnino Lora para evitar que las fuerzas de la tiranía lo tomaran.

Antes de partir hacia el Moncada, Abel habló a sus compañeros, expresando que todos debían tener fe en el triunfo y que si el destino era adverso la disposición de ellos a dar la vida por la patria se conocería y sería imitada por los jóvenes de Cuba.

Ya en el fragor del combate Abel dirigió el ataque por otro flanco para dar tiempo y posibilidad a Fidel y otros compañeros a que pudieran lograr  la retirada.

Cayó en manos de los esbirros del tirano Batista, fue salvajemente torturado, le quemaron los brazos y le arrancaron un ojo sin lograr que confesara una sola palabra sobre el líder de la acción ni los preparativos del asalto. Entonces lo asesinaron.

La historia de Cuba tiene como una de sus más dramáticas páginas el momento en que le presentaron a Haydée el ojo ensangrentado
de Abel, a la vez que le comunicaron que le habían arrancado los testículos a su novio Boris Luis Santa Coloma, ante lo cual la joven se negó a hablar también.

El triunfo del primero de enero de 1959 resultó el más justo desagravio al sacrificio de los héroes y mártires de la gesta del Moncada.

Abel vive en el protagonismo de los jóvenes y en la continuidad generacional presente y futura del legado de Fidel Castro.

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