Foto tomada de Internet. |
Autora: Teresa Valenzuela
Transcurrieron 60 años desde aquel primero de mayo de 1959; nos separan pocos días de otro Día Internacional de los Trabajadores que se ratificará como fiesta del proletariado y de todo el pueblo.
Transcurrieron 60 años desde aquel primero de mayo de 1959; nos separan pocos días de otro Día Internacional de los Trabajadores que se ratificará como fiesta del proletariado y de todo el pueblo.
Será un desfile lleno de colorido; todos juntos: la familia cubana, los miembros de las organizaciones de masas y los sindicatos, los cuales una vez más celebrarán sus conquistas sociales y económicas, así como la disposición de defenderlas.
Durante el primer primero de mayo de la Revolución, los habitantes de la mayor de las Antillas tuvieron motivos más que suficientes para celebrar. Entre estos, la llegada al poder de Fidel Castro y los barbudos.
Ellos avizoraban el bienestar y la prosperidad para el pueblo, luego de padecer la tiranía de Fulgencio Batista que asesinó a miles de sus mejores hijos, sobre todo, jóvenes en la plenitud de sus vidas.
Cuentan documentos de la época que: “la gigantesca marcha por la unidad del pueblo, como principal consigna, fue la celebración de la efeméride en 1959, con la cual quedó inaugurada la Plaza Cívica (hoy Plaza de la Revolución José Martí)”.
Proseguía el artículo: “El desfile resultó expresión de la coincidencia de sentimiento y acción de los trabajadores, estudiantes, combatientes y campesinos, quienes desde las 10:00 (hora local) escenificaron el hecho”.
¡Qué feliz estaba el pueblo! Un hecho sin precedentes se vivía por primera vez: hasta la capital del país se trasladaron pinareños y matanceros, que sumaron varias decenas de miles, para unirse al resto de los habaneros que desbordaron la Plaza de la Revolución.
A partir de entonces los actos por tan importante fecha adquirieron carácter masivo y se realizaron sin demandas obreras, pues el nuevo proceso revolucionario promulgaba medidas que beneficiaban a las mayorías, consideraba un cronista aquel año.
“Carteles y pancartas gigantes apoyaban la Ley de Reforma Agraria, aún por promulgarse; también contra las conspiraciones, afirmando que la Revolución no podía detenerse y para su consolidación era imprescindible la más sólida unidad popular”.
Se pedía, igualmente, la creación de las milicias obreras y adiestramiento militar y escuelas de capacitación sindical.
También se iniciaba un hecho devenido histórico con los años, la asistencia de delegaciones sindicales de América Latina y Europa.
Hubo numerosos oradores y el resumen, siendo ya el día 2, lo realizó el entonces jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en ausencia del Comandante en Jefe, de viaje por América, donde fue a llevar el mensaje del joven Estado, afirmaba una fuente consultada.
Así lo resumió un periodista de la época: “Raúl Castro calificó de majestuoso el desfile y su discurso lo desarrolló en torno a la unidad, así como denunció los intereses opuestos a la Revolución cubana, en tanto reafirmó la decisión de llevarla adelante contra todos los obstáculos”.
Ante un mar de pueblo subrayó: “O nos unimos o quedaremos a merced de los poderosos enemigos que tiene la Revolución”, y puntualizó que ésta no podía detenerse, pues hacerlo sería aceptar el yugo del imperio.
Fue calificado de imponente, combativo y entusiasta por la prensa de la época. Razón para que todos sintieran aquel día la alegría devenida euforia.