La Habana vista desde el edificio Focsa. Foto: Gilberto González GarcÃa |
Autora: Caridad Labrada Curbelo
Acercándose a los cinco siglos de una existencia fecunda, La
Habana de hoy motiva comentarios por doquier, luego de recibir la condición de
una de las siete maravillas del mundo moderno por la fundación suiza
New7Wonders.
Por estos dÃas la capital de Cuba está de celebraciones y la distinción otorgada oficialmente el 7 de junio último, la eleva a un plano superior como anfitriona perenne de quienes llegan desde varios puntos del orbe ante el provocativo llamado de la centenaria, que aún tiene mucho misterio por descubrir, confirmándose diferente y muy admirada hasta por los más escépticos.
Cierto, que desde su fundación el 16 de noviembre de 1519, la otrora Villa de San Cristóbal de La Habana ha resistido el embate del tiempo, y no solo del clima tropical propenso a intensas lluvias, sino también al referido a estilos de vida, adaptaciones arquitectónicas y escaseces, muchas veces justificativas del deterioro todavÃa pendiente de renuevo en buena parte de sus territorios.
Sin embargo, la ecléctica ciudad intramuros, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1982 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), siempre sorprende con su historia y memoria afectiva bien conservada.
Ya desde antaño, era capaz de permanecer en tenaz resistencia a los corsarios y piratas, resurgir de entre las cenizas y recomenzar su viaje cotidiano hacia el futuro, con esfuerzo de su población e inclusive, sueños compartidos con los foráneos, muchos de los cuales quedaron atrapados por el trato generoso y la espontaneidad de los nativos, como irresistible anhelo para quedarse en La Habana.
Por eso tanto color, sombras y espiritualidad diferentes, en
esa atracción que ejerce el mestizaje de tradiciones y cultura, conservados
como la más viva presencia humana y universal, con referentes únicos en la
influencia de los estilos de la arquitectura colonial, con un rango diverso de
moro, español, italiano, griego y romano, unido a los hábitos alimenticios, danza,
música, religiones y giros idiomáticos de los cubanos.
Al caminar por cada callejón, plaza, parque y vencer
obstáculos para penetrar los rincones de la cosmopolita urbe del Caribe, es
necesario avivar los sentidos que permiten profundizar en los mayores
atractivos de esta maravilla, contenida en la realidad imprevisible y por demás
armónica de sus grandes contrastes.
Cuando los rumores giran en la burlona percepción de
observar el desorden de basureros malolientes, el polvo por el continuo trabajo
de los obreros, edificios por demoler o reedificar y el jolgorio inesperado,
muchas veces escandaloso de sus habitantes, es necesario volver la mirada al
esplendor de una avenida del Puerto habanero o un Paseo del Prado y sus
alrededores engalanados y con sus mejores luces.
Pero, más allá de lo externo materializado en los esfuerzos
por darle mayor utilidad y lucidez a las instituciones, infraestructura
hotelera, negocios estatales y otras modalidades vigentes, el encanto
particular de esta ciudad caribeña tiene otros matices que actúan en la psiquis
de aquellos que insisten en visitarla.
Y es que La Habana se acicala cada dÃa con el resplandor de
la sonrisa de los niños, de las madres y padres confiados en su seguridad
personal, mientras las escuelas, centros de salud y de recreación libran la tenaz
batalla por adecuarse al desarrollo socioeconómico de una Cuba inmersa en los
grandes desafÃos del siglo, con enfoque realista y en el propósito común de
sacarle partido a sus talentos para prosperar.
AsÃ,
en medio del humor y mordaz crÃtica, la risa de los cubanos contagia, asimismo
sus ansias de vivir a plenitud, sin que nada ni nadie los prive de su derecho a
la vida, por lo que en su locuaz comunicación es posible intervenir en cada
escenario con la aspiración de salir adelante, sin desmayar, valientes y decididos
en su apuesta por la esperanza de que un mundo mejor es posible.
Revisar
arquitectura
caridad labrada curbelo
ciudad
cuba
la habana
new7wonders
patrimonio
radio coco
radiococo
siete maravillas del mundo moderno
sociedad
turismo