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El
fortalecimiento de la Asociación de Estados del Caribe (Aec) reviste una gran
importancia para Cuba, sobre todo en las circunstancias actuales, cuando la
ofensiva del gobierno de los Estados Unidos (EE.UU.), en contubernio con las
oligarquías del continente, intenta revertir los avances de los procesos
progresistas y frustrar los esfuerzos integracionistas de la región.
La
constitución de la Aec en 1994 fue un factor clave en la derrota del complot
aislacionista, que pretendía aprovechar el derrumbe del campo socialista
europeo y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética para
asestar un golpe demoledor a la Revolución Cubana.
El
consenso de los países de la Comunidad de Estados del Caribe (Caricom), el
llamado Grupo de los Tres (México, Colombia y Venezuela), más la República
Dominicana y Panamá, incluso con el respaldo de las fuerzas progresistas en los
territorios dependientes, impidió que el chantaje de los EE.UU. y Gran Bretaña
lograra la exclusión de Cuba de su contexto natural, geográfico y cultural.
Quienes
se automarginaron fueron los propios EE.UU. y el Reino Unido, en detrimento de
sus amplios intereses en el área, cuando se negaron a compartir escenario con
la mayor de las Antillas.
Confiaban
en que la pérdida del apoyo material y moral del campo socialista europeo, la
crisis económica mundial y, sobre todo, el recrudecimiento del bloqueo norteamericano consiguieran doblegar a Cuba, y que la ausencia de las dos
grandes potencias en la asociación frustrara ese esfuerzo de concertación
subregional.
La historia demostró que estaban equivocados, y la Aec es una realidad patente,
aun con la lamentable marginación de los territorios coloniales de EE.UU. y el
Reino Unido, pero libre de la rémora que hubieran significado ambas metrópolis,
socavando la unidad desde adentro.
La
Aec no ha decursado por un sendero florido: la fragilidad económica de la
mayoría de sus integrantes, el adverso entorno mundial, los diferendos
territoriales entre varios de sus miembros y las propias vicisitudes políticas
en algunos países condicionaron cierto empantanamiento de su desarrollo.
Hasta
el surgimiento de otros atractivos mecanismos de concierto e integración, como
la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba-TCP), la Unión de
Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), devino
factor limitador para la Aec.
Sin embargo, ante la creciente complejidad de la
situación en América Latina y El Caribe, vuelve a ser muy evidente la necesidad
de fortalecer ese importante mecanismo de consulta, concertación política y
cooperación.
La
VII Cumbre de la Aec señala un hito en ese sentido, como lo revela, en primer
lugar, el hecho de que fuera la de mayor participación de jefes de Estado y de
gobierno, y de funcionarios de alto nivel.
Igualmente
creció la membresía, con la admisión de San Martín, como miembro asociado en
nombre propio, y cuatro nuevos observadores: Bolivia, Kazajstán, Uruguay y el
Alba-TCP.
En
La Habana, fueron discutidos los asuntos de mayor interés común para los países
caribeños, tales como el enfrentamiento a las consecuencias del cambio
climático, el fomento del comercio y la conectividad marítima y aérea, y la
construcción de un turismo multidestino.
La
Declaración de La Habana y el Plan de Acción, aprobados por consenso,
reafirman la vigencia de los principios fundacionales del bloque, y recogen las
posiciones comunes de los países que lo integran sobre los desafíos y retos a
enfrentar, pero también incluyen las proposiciones de cómo hacerlo.
Esta Declaración recoge, además, el acuerdo de trabajar en pro de la consolidación
de la Celac, y subraya la importancia de fortalecer los
vínculos entre ambas organizaciones.
La
reunión ratificó la Proclama de América Latina y El Caribe como Zona de Paz,
suscrita en la capital cubana, durante la II Cumbre de la Celac, en 2014.
Reiteró
el reclamo unánime de levantar el bloqueo económico, financiero y comercial
impuesto por el gobierno de los Estados Unidos a Cuba, y devolver el territorio ilegalmente ocupado en Guantánamo.
Fueron
aprobadas dos declaraciones especiales: una, en solidaridad con Venezuela,
para respaldar la oferta de diálogo político del gobierno bolivariano a la
oposición, y otra para reconocer y agradecer la labor de Alfonso Múnera, como
secretario general de la asociación en los últimos cuatro años, a quien se le
reconoce buena parte del mérito de la revitalización.
En
conferencia de prensa, Múnera calificó de ejemplar el Plan de Acción 2016-2018,
aprobado en la cumbre, y que recoge numerosas acciones concretas.
Por
ejemplo, incluye la realización de un foro de negocios caribeño, que tendrá
lugar en Santiago de Cuba, al igual que la ya tradicional Fiesta del Fuego, que
ahora forma parte de los esfuerzos de intercambio cultural de todo el bloque.
En
su conjunto, los resultados de la cumbre son inmejorables para Cuba, por cuanto
reafirman su liderazgo regional, pese a las campañas que pretenden marginarnos
de los intereses comunes, a partir del proceso de restablecimiento de vínculos
con los EE.UU.
Por
último, es el momento oportuno para que Cuba, desde la presidencia temporal del
Consejo de Ministros de la Aec, y con el respaldo de los excelentes resultados
de la cumbre de La Habana, imprima renovado vigor a la Asociación.
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