(Foto: blogs.elespectador.com) |
Autor: VÃctor JoaquÃn Ortega
Tiene que vivir. Y lo que sabe es boxear. Kid Chocolate, ya sin coronas y en franca decadencia, será escalón para los que empiezan. Actúa en 11 ocasiones durante 1934 frente a oponentes, en su mayorÃa, sin brillo: ocho triunfos, un revés y dos tablas.
Los abrazos: Bobby Gray y Tommy Paul en 10; Petey Hayes lo supera por puntos en igual cantidad de capÃtulos. Luis Felipe, Pincho, Gutiérrez, su manager, intenta convencerlo de un necesario descanso. El Kid opta por ir sin él a Venezuela en 1935 y…
“Caracas, marzo 18 (AP): El venezolano Simón Chávez, peleando bravamente, alcanzó una decisión sobre Kid Chocolate, de Cuba, en el combate a 10 rounds que ambos celebraron en esta ciudad.
“Chocolate trató de llevar la pelea en los primeros instantes, pero Chávez lo esperó con mucha serenidad y dejó que el cubano se agotase. Después atacó con brÃos, y propinó a Chocolate una verdadera batida”.
El morocho se convierte en el único latinoamericano que lo derrota. Duro desenlace, duro también es saber dónde colocan estas lÃneas en algunos periódicos de su patria: parte inferior de las páginas deportivas. Simón derrotó a la sombra de la sombra del Chócolo.
En esos 365 dÃas se impone en dos peleas de relleno en Estados Unidos. Al año siguiente, sufre por la vÃa judicial en ocho a manos de Phil Baker; obtiene seis decisiones favorables en La Habana y dos en Nueva York. Combate demasiado en 1937. Gana 20 de los 22 enfrentamientos (dos empates), casi todos en Estados Unidos; los rivales siguen siendo del montón; las ganancias, exiguas.
Gana el 30 de marzo de 1938 por votación unánime en 10 a Fillo EchevarrÃa, púgil valiente de calidad escasa. Torrente publicitario en relación con el tope, mucho más alto que el quehacer entre las cuerdas. En otros tiempos, el vencedor hubiera propinado un fuera de combate en el primero.
El 18 de
diciembre del propio año le toca el turno a Nick Jerome. La prensa inventa
cualidades inexistentes en el norteamericano, habla de la recuperación del contendiente
del patio. El pleito termina con unas tablas…piadosas. Sobre el cuadrilátero
bailó la burla a las cualidades y la recuperación anunciadas.
Pincho ya no es el manager, continúa siendo su hermano: “Tú sabes, que lo que tú has hecho anoche en el ring es deprimente para tu historial. Eso, en el orden moral, y en el material, en el orden práctico, que tiene que afectarnos a los dos; tú sabes igualmente que de continuar peleando de ese modo, recibiendo semejante castigo, sin poder defenderte, irremediablemente, te ha de significar que algún dÃa andes como las ruinas que en tan grande proporción produce el ring: loco, paralÃtico, en la miseria, hecho una burla y una lástima…RetÃrate del boxeo para siempre”. El Chócolo obedece y cuelga los guantes.
Como sabe que el ex titular no está bien económicamente, le resuelve una plaza de entrenador y organiza varios actos para recaudarle dinero. Y es que Kid Chocolate, Eligio Sardiñas, Yiyi, aunque es uno de los pocos galgos vencedores en la carrera tras la liebre que escogió a impulsos de la miseria en una sociedad injusta, se despide del deporte activo lejos de la felicidad: ya no es una estrella y, sin preparación cultural, el cuadrilátero de la vida le será muy difÃcil.
Conquistó el planeta a puñetazos, pero el profesionalismo que lo alzó hasta la cúspide, lo conoció naranja, le extrajo el sumo, lo convirtió en hollejo.
No le va peor porque Pincho, hombre raro dentro del pugilismo -sin que fuera perfecto- le lanza una tabla salvadora. Va tirando como instructor, algo de los homenajes le llega, el Jabón Candado le pasa una mensualidad, tiene una pensión por la dirección del deporte, mas añora los viejos tiempos, las grandes bolsas, la vida sabrosa que, ahora, le quedaba tan lejos como Júpiter. El 11 de julio de 1949, forma parte del grupo acompañante de Kid Gavilán que viaja a Filadelfia para el combate con Ray Sugar Robinson, cetro welter del planeta en disputa. Utilizan la popularidad, el carisma del primer campeón mundial cubano en bien del bout. A la salida de una sesión de práctica del aspirante, buscan al Chócolo en un carro: alguien desea saludarlo.
Hacia un lujoso restaurante. Acomodado en el bar, le sirven un trago. Al poco tiempo, lo conducen hacia la oficina central de la instalación. Un mulato muy esbelto se levanta y se dirige hacia el recién llegado. Es Ray Sugar Robinson, quien le confiesa haberle limpiado los zapatos cuando el Kid estaba en el apogeo y daba cinco dólares a quien le daba brillo a su calzado.
“Yo era aquel niño que le preguntó si el boxeo daba tanto dinero, si permitÃa vestirse con elegancia y, usted, le contestó que si su practicante llegaba a comprender que el boxeo era arte, ciencia, y no fuerza bruta, si tenÃa buenas piernas y posibilidades de pegar sin que le pegaran, podÃa ganar mucho dinero y vendrÃan, asimismo, el carro, la gloria…”, recuerda el mejor púgil de todos los tiempos según muchos entendidos.
Chocolate, emocionado, lo abraza: “Vaya, eres el muchacho arrogante, simpatiquÃsimo, que bailaba el tap tan bien…”
“Por usted y viéndolo pelear a usted, me hice boxeador, y hoy tengo lo que tengo. DÃgame qué necesita, yo puedo ayudarle. Si quiere lo traigo para acá, a vivir cerca de mÔ, agrega el afamado deportista. Él aludido sonrÃe antes de decir: “Nada quiero. Mire, ya me pagó con un trago que me obsequiaron a mi llegada. Simplemente, invÃteme a otro y estaré en deuda con usted”. Y retorna a su Cuba.
1974, aquel mundial
En la jornada inaugural del I Campeonato Mundial de Boxeo Aficionado, 1974, antes de que hablen los jabs y los upper cuts, presentan a un invitado muy especial: “Con nosotros está una gloria de Cuba. Nuestro primer campeón mundial de boxeo: ¡Kid Chocolate…!
Mar embravecido es la ovación. El aludido, de pie, los ojos humedecidos, envÃa besos y abrazos a sus compatriotas. La televisión francesa le filma un documental. Reporteros nacionales y extranjeros lo acosan a preguntas que él responde, y demuestra lucidez.
No hubo
olvido, solo que su pueblo tuvo que conquistar la libertad para rescatar los
verdaderos valores tan heridos como él. En este mismo torneo vibra de victorias
con la técnica de Rolando Garbey, Emilio Correa y Jorgito Hernández, el coraje
de Douglas RodrÃguez, el punch y el carisma de Teófilo Stevenson, a la
vanguardia de la representación nacional, ganadora del certamen.
Kid Chocolate
vuelve a ser campeón; y no solo entre las cuerdas: son tantos los ases que
nacen y se desarrollan en su patria, hoy y para siempre de las mayorÃas. Esos
cetros jamás los perderá.
Sentado en su
poltrona, en el portal de su hogar en el municipio habanero de Playa, frente al
parque José Raúl Capablanca, conocido por el parque Japonés, confiesa en cierta
ocasión:
“Me hubiera
gustado participar en una Olimpiada o en uno de los Mundiales de ahora, pero
los mÃos no eran tiempos para soñar con eso. HabÃa que pelear con el hambre, el
rival que más fuerte me ha pegado, más fuerte que todos mis rivales sobre el
ring”. Entonces me invita a pasear. Algo se trae…
Lo saluda una
muchacha que lleva a una niña cargada: “¿Cómo anda, campeón?”
Por allá, un
mecánico y un chofer dejan de batirse con el carro: “Chocolate, ¿cómo estás?...
“Campeón,
te veo bien”. Más de una docena de
transeúntes lo saluda, hay palmadas en los hombros, comentarios, los rostros ganan
contento. Él siempre sonrÃe y devuelve la cortesÃa.
Varios
muchachos que jugaban a las bolas dejan su batalla y se acercan:- “¿Usted le hubiera ganado a Stevenson?”, suelta
el más grande con desenfado. Chócolo rÃe y contesta: “Muchacho, Stevenson es un
peso completo…”
- Bueno, pero
usted fue un gran campeón, me lo ha contado mi abuelito”, interviene otro de
los niños. “SÃ, eso sÃ…” Y le acaricia
la cabeza antes de virarse hacia mÃ. “Algunos tontos me aconsejan irme para los
Estados Unidos para buscar un dinerito que tengo por allá. Ni con todo el
dinero del mundo se puede comprar cosas como estas: mi pueblo me sigue viendo
como su campeón. ¡Eso es lo más grande! ”
El 8 de
agosto de 1988 las emisoras radiales dan la triste noticia: “En las primeras
horas de la madrugada de hoy, dejó de existir en el Centro Benéfico JurÃdico,
de la Calzada del Cerro, donde se hallaba hospitalizado desde hace varios
meses, Eligio Sardiñas Montalvo, Kid Chocolate para el mundo…”
Despidió el duelo, en el Cementerio de Colón, un protegido y discÃpulo del titular, el actor Alejandro Lugo, que incursionó brevemente con éxito entre las cuerdas usando el verdadero nombre: Alejandro Cordo.
En su discurso expresó: “En el Cerro nació un prÃncipe negro y, debido a su calidad deportiva y a sus condiciones humanas, se convirtió en un rey negro que paseó su gloria por el mundo. Por esa calidad deportiva y esas condiciones humanas, Chocolate vivirá eternamente en el corazón de su pueblo”.
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