Foto: Bohemia |
Autor: VÃctor JoaquÃn Ortega
Una voz autorizada como la de Pedro Pablo RodrÃguez esclarece la esencia de En cada latido del combate, obra publicada recientemente por la Casa Editorial Abril: “…este libro no es el resultado de una acuciosa investigación histórica que pretende abarcar todo el hombre.
“Es, nada más y nada menos, que la mirada desde el amor filial sobre un hombre recio, noble y fiel a sus principios e ideales, martiano de corazón, de pensamiento y acción. Aquà está Juan Manuel Márquez, el héroe y el mártir, el esposo y el padre, el compañero nunca olvidado…”.
No podÃa ser de otra forma: está escrito con el alma. Como su autora, Alba Márquez RodrÃguez (La Habana, 1948), me honra con su amistad, pude saber de sus ansias y batallas para crear desde su corazón cada lÃnea que desde estas hojas nos ilumina.
No cae en melodrama ni en lirismo trasnochado para testimoniar sobre su progenitor. Pedro Pablo lo sigue aclarando en el prólogo: “La ternura, la sincera llaneza, la emotividad contenida que destilan estas páginas son las merecidas por un hombre que fue grande sin pretender serlo, y que solo trabajó para engrandecer a su patria mediante la dignidad y el decoro”.
Por fin ha visto la luz tu creación, Alba, pero en qué buen momento: esa dignidad y ese decoro de quien veÃa cumplimiento del deber en el sacrificio, nos hacen mucha falta en el planeta, en América, en Cuba, en municipios y barriadas, tan azotados todos los espacios por el juego extremo de la oferta y demanda, capaces de favorecer el abrir de puertas a los cantos de sirena y al caballo de Troya.
Es cierto que como dijo el Apóstol: “Es necesario contar siempre que los intereses rigen principalmente a los hombres, y que rara vez están las virtudes del lado de los intereses”.
También enseña que debemos fertilizar la virtud cotidianamente aunque “…hay que apearse de la fantasÃa…” y “…alzar por el cuello a los pecadores…” Y son demasiados los pecadores a quienes debemos ir con el ejemplo por delante y la palabra convincente para salvarlos y salvarnos: no se trata de imponer, debemos persuadir y para lograrlo, en primer lugar, hay que estar persuadido: creer, sobre todo con los hechos, en lo que uno predica.
Comunista verdadero, Márquez siempre escogió la trinchera que ofrecÃa la visión y la actuación adecuadas; sabÃa batirse en lo legislativo, mas comprendió que solo el triunfo de la violencia del pueblo contra la de los explotadores podÃa llevar a “…la Revolución popular bajo la hegemonÃa del proletariado y abogamos por la transformación del sistema polÃtico y social, agregándole una plataforma económica que serÃa estructurada de acuerdo a las necesidades imperiosas de la Revolución”.
Por defender al pueblo sufrió cárcel, maltratos, persecución y a él le entregó la existencia en el latir de cada combate, vida que le fue arrebatada por miembros del ejército proyanqui de Fulgencio Batista a pocos dÃas de la tristeza de AlegrÃa de PÃo, “…rematado antes de ser ocultado, también bajo tierra, en la finca La Norma en Media Luna, cuando se abrÃa para la patria el sendero que proféticamente anunció en la década del 30”.
Sus conceptos sobre lo peor del Norte, jamás abandonados por él, vuelve a alumbrarnos: “…lucho por la realización de la Revolución agraria-antiimperialista hasta llevarla a su más alta y definitiva culminación”.
En el libro hay fuerzas trascendentes para las complejas luchas actuales, para preservar la sociedad soñada y por la que dio la vida Juan Manuel, el segundo jefe de la tropa de la esperanza que vino en el Granma con Fidel Castro al frente.
Las frases han danzado en cada cuartilla con la verdad sin perder el ritmo. Lejos de una frÃa biografÃa, no estarÃa a la altura del padre y de la hija donde ha continuado existiendo, el escrito acelera los latidos del lector, guÃa, muestra, enamora, robustece.
Su autora consiguió profesionalidad: sÃntesis, la necesaria atracción, objetividad e imaginación emparejada sin excesos, en su labor como periodista y realizadora de programas en Radio Cadena Habana especialmente, lugar donde se mantiene en la brega.
Y en la obra, sin dejar de ser un testimonio ni abandonar las remembranzas, se establece “… un diálogo a la distancia entre la hija y un padre…” cual se expresa en las palabras de apertura. Diálogo del que usted será testigo al leer En cada latido del combate, y sentir palpitar sus páginas.
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