(Foto: www.radiojuvenil.icrt.cu) |
Autora: Caridad
Labrada Curbelo
El
mes de abril añade recuerdos a los cubanos, siempre enfrascados en sus labores
cotidianas, de cara a la esperanza de que un futuro mejor siempre es posible,
mientras las imágenes imborrables de una historia entretejida con lágrimas, tampoco
deja a un lado el gozo experimentado por la victoria.
Detrás
de cada triunfo también es necesario traer a memoria el testimonio multiplicado
de generaciones impulsadas por la pasión de la Revolución Cubana; por eso el
pasado cuenta al conversar y escudriñar en el corazón de aquellos que fueron
testigos de las diferentes etapas de una epopeya histórica como la de Playa Girón.
A
165 kilómetros al sureste de La Habana, capital de la isla caribeña, la Bahía
de Cochinos continúa siendo un entrante del golfo de Cazones, en la provincia
de Matanzas, donde la geografía muestra su particular esplendor natural con
arrecifes coralinos que bordean la Ciénaga de Zapata.
Precisamente
ese fue el escenario geográfico escogido por la Brigada 2506 durante la
invasión mercenaria patrocinada por la Agencia Central de Inteligencia de los
Estados Unidos el 17 de abril de 1961, sin imaginar cuán contundente sería la
resistencia del gobierno revolucionario, liderado por el pueblo y el Comandante
en Jefe Fidel Castro Ruz.
Allí,
en la región considerada uno de los mayores humedales del mundo tuvo lugar el
acontecimiento que marcó la primera gran derrota del imperialismo yanqui en
Latinoamérica, en solo 72 horas de un enfrentamiento no previsible pero de valiente resistencia popular que
permitió a los cubanos defender cada palmo de tierra salpicado por la sangre de
sus héroes.
La
muerte no pudo más que la vida, perpetuada hoy en la memoria, aunque sean dolorosos
los testimonios pero imprescindibles para forjar el temperamento de una
mayoría, militante revolucionaria o simplemente fiel a la justicia que procede
de un pueblo heredero de su tradición histórica, combatiente, sensible, respetuoso
a sus héroes, como huella imposible de borrar.
Es
permitido entonces dibujar con palabras la imagen de un Félix Yánez, entre tantos hombres humildes que espontáneamente
acudió al llamado de enfrentar al enemigo en las arenas de Girón, mientras sus ojos
húmedos reflejan el sentir humano ante el recuerdo de lo presenciado en Cayo Ramona, donde encontró el cuerpo de un niño de apenas cuatro años baleado por
los mercenarios y junto a él su madre,
quien llevaba otro bebé en el vientre.
Páginas
repasadas por más de medio siglo de acontecimientos en la Isla, dicho sea de
paso no solo por su dimensión geográfica e histórica, sino también porque en
Cuba la victoria de ayer, es de hoy y será por siempre.
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