Lo que trae Obama a Cuba. Diseño: Gilberto González García |
Autor: Eduardo González García
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, no viene a Cuba con las manos vacías, pero lo que trae tampoco está exento de dobleces.
Pocos días antes de su viaje a La Habana, los departamentos norteamericanos del Tesoro y el Comercio anunciaron un nuevo “paquete de medidas” para aliviar efectos del bloqueo.
Una de dichas regulaciones elimina para los ciudadanos norteamericanos el requisito de viajar a Cuba en grupos, aunque la Casa Blanca no puede abolir la prohibición de hacer turismo en este archipiélago, pues está codificada en ley y solo puede ser derogada por el Congreso.
Es conocido que el cuerpo legislativo norteamericano, dominado por republicanos, es reacio a permitir cualquier realización del presidente demócrata, por meras razones electorales.
Ahora se permiten las visitas individuales de los estadounidenses para los llamados contactos educacionales pueblo a pueblo, sin que sean auspiciados por una organización de los EE.UU., mediante una autorización general, lo cual significa que ya cada persona no tenga que obtener un permiso de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés).
Pero la disposición precisa: “siempre y cuando el viajero se involucre en un programa de tiempo completo de actividades de intercambio educativo, destinadas a mejorar el contacto con el pueblo cubano, apoyar a la sociedad civil o promover la independencia del pueblo cubano de las autoridades del país”.
Dicho con toda crudeza, los norteamericanos deben venir a Cuba a promover la disidencia y la desobediencia civil, ¿o acaso significa otra cosa la “independencia de las autoridades”?
Ya sabemos que el concepto de sociedad civil cubana, para el gobierno de los EE.UU., excluye a las más de dos mil organizaciones y asociaciones legales en Cuba, entre ellas, los Comités de Defensa de la Revolución, con unos ocho millones de miembros —casi nada—; la Federación de Mujeres Cubanas, constituida por “unas pocas” cuatro millones de féminas; y las que agrupan a millones de trabajadores, estudiantes; miles de profesionales, religiosos, etc.
La otra disposición que entra en vigor consiste en un levantamiento parcial de las restricciones al uso del dólar norteamericano en transacciones de la isla con bancos norteamericanos.
No, no es redundancia innecesaria: solo podremos usar el US dollar con bancos de los EE.UU., y con nadie más, porque la idea es que las empresas norteamericanas se apropien otra vez del país, como en la ya lejana época de la república mediatizada (que, dicho sea de paso, no volverá).
Significa dejar intacto el carácter extraterritorial de la prohibición, para cerrar el paso a los competidores y para poder continuar con la imposición de multas y sanciones a bancos y empresas de otros países.
Aquí la responsabilidad recae enteramente en Obama, pues la prohibición de que Cuba use esa moneda no está codificada en ninguna ley.
Bajo las nuevas normas, los bancos estadounidenses estarán autorizados a abrir y mantener cuentas de ciudadanos cubanos (no de nuestras entidades estatales), lo cual está diseñado para continuar la política de fortalecer al sector no estatal y tratar de usarlo para desmontar la base económica del socialismo en Cuba.
Además, es una forma de drenar los ingresos que reciba el país, a través de dicho sector, y enajenarlos en beneficio de los bancos de EE.UU.
La regulación autoriza que los cubanos que obtengan un visado de no inmigrante para una estancia en esa nación, por ejemplo, atletas o artistas, puedan cobrar un sueldo o compensación.
Bien, pues ya no estarían obligados a emigrar para contratarse temporalmente allí, ni tendrían que trabajar gratis, “por amor al arte”, como han hecho muchos artistas cubanos en sus giras por el país norteño.
Sin embargo, ¿no es esta otra forma de apropiarse del trabajo de una fuerza laboral calificada, con gran sacrificio, en Cuba?
Algunos dirán que soy demasiado crítico, o que pretendo negar los avances que implican esas medidas, las de antes y las de ahora, en las relaciones bilaterales.
¡Claro que estamos ahora en una situación mucho mejor que hace un año!
Al menos, Obama no viene con las manos vacías: trae una extendida y la otra medio escondida tras la espalda, sosteniendo el garrote de siempre, aunque envuelto en papel de regalo.