Diseño: Gilberto González García |
Autor: Fidel Castro
Ruz
Los reyes de España nos trajeron a los conquistadores
y dueños, cuyas huellas quedaron en los hatos circulares de tierra asignados a
los buscadores de oro en las arenas de los ríos, una forma abusiva y bochornosa
de explotación cuyos vestigios se pueden divisar desde el aire en muchos
lugares del país.
El turismo hoy, en gran parte, consiste en mostrar las
delicias de los paisajes y saborear las exquisiteces alimentarias de nuestros
mares, y siempre que se comparta con el capital privado de las grandes
corporaciones extranjeras, cuyas ganancias si no alcanzan los miles de millones
de dólares per cápita no son dignas de atención alguna.
Ya que me vi obligado a mencionar el tema, debo
añadir, principalmente para los jóvenes, que pocas personas se percatan de la
importancia de tal condición en este momento singular de la historia humana. No
diré que el tiempo se ha perdido, pero no vacilo en afirmar que no estamos
suficientemente informados, ni ustedes ni nosotros, de los conocimientos y las
conciencias que debiéramos tener para enfrentar las realidades que nos
desafían. Lo primero a tomar en cuenta es que nuestras vidas son una fracción
histórica de segundo, que hay que compartir además con las necesidades vitales
de todo ser humano. Una de las características de éste es la tendencia a la
sobrevaloración de su papel, lo cual contrasta por otro lado con el número
extraordinario de personas que encarnan los sueños más elevados.
Nadie, sin embargo, es bueno o es malo por sí mismo.
Ninguno de nosotros está diseñado para el papel que debe asumir en la sociedad
revolucionaria. En parte, los cubanos tuvimos el privilegio de contar con el
ejemplo de José Martí.
Me pregunto incluso si tenía que caer o no en Dos
Ríos, cuando dijo “para mí es hora”, y cargó contra las fuerzas españolas
atrincheradas en una sólida línea de fuego. No quería regresar a Estados Unidos
y no había quién lo hiciera regresar. Alguien arrancó algunas hojas de su
diario. ¿Quién cargó con esa pérfida culpa, que fue sin duda obra de algún
intrigante inescrupuloso? Se conocen diferencias entre los jefes, pero jamás
indisciplinas. “Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo
anegado en sangre, si no perece en la lucha”, declaró el glorioso líder negro
Antonio Maceo. Se reconoce igualmente en Máximo Gómez, el jefe militar más
disciplinado y discreto de nuestra historia.
Mirándolo desde otro ángulo, cómo no admirarse de la
indignación de Bonifacio Byrne cuando, desde la distante embarcación que lo
traía de regreso a Cuba, al divisar otra bandera junto a la de la estrella
solitaria, declaró: “Mi bandera es aquella que no ha sido jamás mercenaria…”,
para añadir de inmediato una de las más bellas frases que escuché nunca: “Si
deshecha en menudos pedazos llega a ser mi bandera algún día… ¡nuestros muertos
alzando los brazos la sabrán defender todavía!...”. Tampoco olvidaré las
encendidas palabras de Camilo Cienfuegos aquella noche, cuando a varias decenas
de metros bazucas y ametralladoras de origen norteamericano, en manos
contrarrevolucionarias, apuntaban hacia la terraza donde estábamos parados.
Obama había nacido en agosto de 1961, como él mismo explicó. Más de medio siglo
transcurriría desde aquel momento.
Veamos sin embargo cómo piensa hoy nuestro ilustre
visitante:
“Vine aquí para dejar atrás los últimos vestigios de
la guerra fría en las Américas. Vine aquí extendiendo la mano de amistad al
pueblo cubano”.
De inmediato un diluvio de conceptos, enteramente
novedosos para la mayoría de nosotros:
“Ambos vivimos en un nuevo mundo colonizado por
europeos”. Prosiguió el Presidente norteamericano. “Cuba, al igual que Estados
Unidos, fue constituida por esclavos traídos de África; al igual que Estados
Unidos, el pueblo cubano tiene herencias en esclavos y esclavistas”.
Las poblaciones nativas no existen para nada en la
mente de Obama. Tampoco dice que la discriminación racial fue barrida por la
Revolución; que el retiro y el salario de todos los cubanos fueron decretados
por ésta antes de que el señor Barack Obama cumpliera 10 años. La odiosa
costumbre burguesa y racista de contratar esbirros para que los ciudadanos
negros fuesen expulsados de centros de recreación fue barrida por la Revolución
Cubana.
Esta pasaría a la historia por la batalla que libró en
Angola contra el apartheid, poniendo fin a la presencia de armas nucleares en
un continente de más de mil millones de habitantes. No era ese el objetivo de
nuestra solidaridad, sino ayudar a los pueblos de Angola, Mozambique, Guinea
Bissau y otros del dominio colonial fascista de Portugal.
En 1961, apenas un año y tres meses después del
Triunfo de la Revolución, una fuerza mercenaria con cañones e infantería
blindada, equipada con aviones, fue entrenada y acompañada por buques de guerra
y portaviones de Estados Unidos, atacando por sorpresa a nuestro país. Nada
podrá justificar aquel alevoso ataque que costó a nuestro país cientos de bajas
entre muertos y heridos. De la brigada de asalto proyanki, en ninguna parte
consta que se hubiese podido evacuar un solo mercenario. Aviones yankis de
combate fueron presentados ante Naciones Unidas como equipos cubanos
sublevados.
Es de sobra conocida la experiencia militar y el
poderío de ese país. En África creyeron igualmente que la Cuba revolucionaria
sería puesta fácilmente fuera de combate. El ataque por el sur de Angola por
parte de las brigadas motorizadas de Sudáfrica racista los lleva hasta las
proximidades de Luanda, la capital de este país. Ahí se inicia una lucha que se
prolongó no menos de 15 años. No hablaría siquiera de esto, a menos que tuviera
el deber elemental de responder al discurso de Obama en el Gran Teatro de La
Habana Alicia Alonso.
No intentaré tampoco dar detalles, solo enfatizar que
allí se escribió una página honrosa de la lucha por la liberación del ser
humano. De cierta forma yo deseaba que la conducta de Obama fuese correcta. Su
origen humilde y su inteligencia natural eran evidentes. Mandela estaba preso
de por vida y se había convertido en un gigante de la lucha por la dignidad
humana. Un día llegó a mis manos una copia del libro en que se narra parte de
la vida de Mandela y ¡oh, sorpresa!: estaba prologado por Barack Obama. Lo ojeé
rápidamente. Era increíble el tamaño de la minúscula letra de Mandela
precisando datos. Vale la pena haber conocido hombres como aquel.
Sobre el episodio de Sudáfrica debo señalar otra
experiencia. Yo estaba realmente interesado en conocer más detalles sobre la
forma en que los sudafricanos habían adquirido las armas nucleares. Solo tenía
la información muy precisa de que no pasaban de 10 o 12 bombas. Una fuente
segura sería el profesor e investigador Piero Gleijeses, quien había redactado
el texto de Misiones en conflicto: La
Habana, Washington y África 1959-1976; un trabajo excelente. Yo sabía que
él era la fuente más segura de lo ocurrido y así se lo comuniqué; me respondió
que él no había hablado más del asunto, porque en el texto había respondido a
las preguntas del compañero Jorge Risquet, quien había sido embajador o
colaborador cubano en Angola, muy amigo suyo. Localicé a Risquet; ya en otras
importantes ocupaciones estaba terminando un curso del que le faltaban varias
semanas. Esa tarea coincidió con un viaje bastante reciente de Piero a nuestro
país; le había advertido a este que Risquet tenía ya algunos años y su salud no
era óptima. A los pocos días ocurrió lo que yo temía. Risquet empeoró y
falleció. Cuando Piero llegó no había nada que hacer excepto promesas, pero ya
yo había logrado información sobre lo que se relacionaba con esa arma y la
ayuda que Sudáfrica racista había recibido de Reagan e Israel.
No sé qué tendrá que decir ahora Obama sobre esta
historia. Ignoro qué sabía o no, aunque es muy dudoso que no supiera
absolutamente nada. Mi modesta sugerencia es que reflexione y no trate ahora de
elaborar teorías sobre la política cubana.
Hay una cuestión importante:
Obama pronunció un discurso en el que utiliza las
palabras más almibaradas para expresar: “Es hora ya de olvidarnos del pasado,
dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanza.
Y no va a ser fácil, va a haber retos, y a esos vamos a darle tiempo; pero mi
estadía aquí me da más esperanzas de lo que podemos hacer juntos como amigos,
como familia, como vecinos, juntos”.
Se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de
un infarto al escuchar estas palabras del presidente de Estados Unidos. Tras un
bloqueo despiadado que ha durado ya casi 60 años, ¿y los que han muerto en los
ataques mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión de línea repleto de
pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos
de violencia y de fuerza?
Nadie se haga la ilusión de que el pueblo de este
noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza
espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la
cultura.
Advierto además que somos capaces de producir los
alimentos y las riquezas materiales que necesitamos con el esfuerzo y la
inteligencia de nuestro pueblo.
No necesitamos que el imperio nos regale nada.
Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es nuestro compromiso con
la paz y la fraternidad de todos los seres humanos que vivimos en este planeta.
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