Los editoriales del Times no pueden ser casualidad

El importante periódico norteamericano The New York Times
está publicando una serie de editoriales que pueden sorprender
a quienes conocemos acerca de la visceral política anticubana.
Foto: Gilberto González García
Autor: Eduardo González García

El muy influyente periódico norteamericano The New York Times está publicando una serie de editoriales que pueden sorprender a quienes conocemos acerca de la visceral política anticubana que, durante 54 años, se ha reflejado en los grandes medios de prensa subordinados a los intereses de Washington y de la reacción internacional.

Los primeros tres artículos se han referido al fracaso de la guerra económica sostenida por la Casa Blanca contra la Revolución Cubana y condenada por el mundo entero, en 23 aplastantes votaciones en la Asamblea General de Naciones Unidas.

El llamado a levantar el bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos contra Cuba ha ido subiendo de tono en los mencionados editoriales.

El último de esta serie, ha dado un paso más adelante, al recomendar la liberación de tres patriotas cubanos que permanecen en las cárceles norteamericanas, del grupo de los cinco que fueron injustamente condenados a exageradas penas, hace 16 años, por el único delito de informar a Cuba (y por su intermedio, a las autoridades de los EE.UU.), acerca de los planes criminales de organizaciones terroristas radicadas en Miami.

Este editorial comenta que conmutar la sentencia de Los Cinco, a cambio de la liberación humanitaria del contratista Alan Gross, condenado a 15 años en Cuba por actividades subversivas, "sería justificable si se tiene en consideración el largo período que (los cubanos) han estado presos, las críticas válidas que han surgido respecto a la integridad del proceso judicial que enfrentaron, y los posibles beneficios que un canje podría representar para lograr un acercamiento bilateral".

El periódico recuerda el caso de Gerardo Hernández, sancionado a dos cadenas perpetuas más 15 años, y la opinión disidente de la jueza federal Phyllis Kravitch, quien formó parte del panel de tres jueces de apelaciones que revocó las condenas originales de Los Cinco en 2005. 

Dicha magistrada insistió entonces en que la fiscalía del gobierno "no tenía fundamentos" para condenar a Gerardo por el cargo de conspiración para cometer asesinato.

Los casos de Gerardo y de Ramón Labañino y Antonio Guerrero están pendientes de un recurso de habeas corpus, engavetado en el buró de la jueza Johan Lenard, de La Florida, apelación con argumentos tan sólidos que permitirían anular todo el proceso.

Aunque todos los editoriales del Times reiteran algunas de las consabidas fórmulas de la propaganda contrarrevolucionaria (por ejemplo, calificar de “espías” a Los Cinco, cuando nunca fueron acusados de ese delito), es evidente que se está gestando un fuerte movimiento en favor de la normalización de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba.

Personalmente, no creo que sea una iniciativa independiente de ese periódico, que no sería tolerada tranquilamente por la Casa Blanca, sino parte de una estrategia mediática, posiblemente destinada a explorar la opinión pública norteamericana y crear antecedentes para adoptar una política más flexible e inteligente con respecto a la isla caribeña.

Nadie discute ya que el bloqueo ha fracasado, que perjudica también al pueblo y a los empresarios de los Estados Unidos y es una importante causa del aislamiento político de Washington, pero hay más: como casi todo en ese país, la hostilidad contra Cuba siempre ha tenido un fuerte componente electoral.

Es sabido que el voto del estado de La Florida tiene gran peso y, hasta hace algún tiempo, siempre había sido republicano, gracias a la hegemonía financiera y mafiosa del núcleo anticubano.

Pero, en las dos últimas elecciones presidenciales, los demócratas han ganado ese estado, debido al cambio demográfico y social de la población de origen cubano, que es ahora más joven y tiene vínculos afectivos más sólidos con sus familiares en Cuba, además de que la mayoría no tiene motivaciones políticas contra el gobierno cubano: es una emigración casi exclusivamente económica.

En general, los electores de toda la unión son también un poco más jóvenes y no tienen ninguna razón para enemistarse con Cuba, país que muchos admiran por sus sonados éxitos en la arena internacional, que ya la propaganda imperial no puede ocultar, sobre todo, en los últimos tiempos.

Todo esto se hace evidente en las recientes encuestas. Una del grupo de investigación Atlantic Council, de Washington, realizada en febrero de este año, revela que 56 por ciento de los encuestados favorece un cambio en la política hacia Cuba.

Cada vez son más numerosas las presiones de empresarios norteamericanos que ven, con los brazos atados por el bloqueo, cómo competidores chinos, rusos, europeos y otros se hacen con oportunidades de negocios en Cuba, y recordemos que los empresarios son el sostén financiero del sistema electoral de ese país, además de que también votan.

El bloqueo, por otra parte, entorpece cada vez más las relaciones políticas y también económicas de los Estados Unidos con América Latina y le granjea enemistades con sus aliados del resto del mundo por su carácter extraterritorial.

Al margen de que el entramado del bloqueo es un negocio jugoso para algunos, sus escasos promotores políticos han perdido cierta cantidad de influencia, tendencia que no parece ser reversible.

Recordemos que los presidentes de los Estados Unidos solo se arriesgan a tomar decisiones polémicas en la mitad final de su segundo mandato, después de las elecciones de medio término, y Barack Obama pudiera estar preparando el terreno para hacer algunos cambios significativos de la política hacia Cuba, si aprecia que ello pueda favorecer la imagen de los demócratas, de cara a las próximas presidenciales, y la suya propia, con vistas a una jubilación política algo más digna.

Si esos presuntos cambios aligeran la pesada carga que representa el bloqueo para el pueblo cubano, si permiten el regreso a la patria de los tres valientes que sufren injustificable castigo allá, si abren algunas brechas para la futura construcción de una relación bilateral respetuosa y civilizada, bienvenidos sean.

Sin embargo, por lo visto hasta ahora, no creo que el actual jefe de la Casa Blanca vaya a eliminar por completo el bloqueo, ni que las medidas que pueda adoptar para aliviarlo respondan a razones humanitarias, sino a motivos electoreros y a la esperanza de encontrar una fórmula diferente para seguir intentando lo que ese férreo cerco económico no ha logrado: debilitar a la Revolución.

De todas formas, tantos editoriales del Times no pueden ser casualidad.



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