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Autor: Gilberto González García
Los topónimos, o nombres de
lugares, tienen casi siempre orígenes relacionados con características
naturales del lugar, personas que se asentaron en ese sitio y que, de alguna
forma se hicieron muy conocidos; o de hechos acaecidos.
Así por ejemplo, en Cuba
abundan los lugares que incluyen la palabra ciego en sus topónimos como Ciegode Ávila, Ciego Abajo, Ciego Alonso y Ciego Montero, por solo citar tres.
En el último caso es difícil
pensar que el nombre le vino porque allí viviera un ciego que tuviera como
oficio la montería, pues a una persona privada de la vista le sería muy difícil
enlazar una res.
Pero en esto viene en nuestra
ayuda el estudioso Luis J. Bustamante, cuando en su Enciclopedia Popular Cubana
nos explica que en tiempos de la conquista y colonización de Cuba –y quizás
suceda así en algún otro país de
Hispanoamérica–, dieron en llamar “ciegos” a los lugares de difícil acceso por
estar rodeadas de maniguas infranqueables u otros accidentes geográficos
difíciles de sortear.
Lo mismo que sucede al
nombrar parajes agrestes, ríos, elevaciones o poblados, ocurre en el caso de las calles de estos últimos. Muchas
veces los nombres de las calles, calzadas y avenidas cambian con el tiempo,
cuando algún gobierno decide rendir homenaje a una persona o hecho bautizando
una vía con su nombre, pero casi siempre, el pueblo las sigue conociendo por su
nombre original.
En La Habana, hay numerosos
casos. Por ejemplo la calle Brasil es más conocida con su nombre original,
puesto en honor de Félix del Rey, Teniente del Rey de la isla de Cuba en 1781.
Según la enciclopedia colaborativa en línea
EcuRed, ese cargo existía desde 1715, con funciones de cabo subalterno, en
ausencia del Excelentísimo Gobernador y Capitán General. Otros nombres que tuvo
la calle Teniente Rey, que se extiende de este a oeste desde Oficios hasta el
Paseo de Martí (Prado), fueron del Barranco y de Santa Teresa, éste último por
el Convento de las Carmelitas que se encontraba en Teniente Rey esquina a Compostela.
Y, hablando de Compostela, esta otra calle
ubicada en La Habana Vieja, tomó su nombre del obispo Diego Evelino de Compostela,
quien en el siglo XVII en esa calle fundó nada menos que dos conventos, dos
iglesias y una ermita.
Antes de eso la calle se llamó de San
Diego, por la ermita que existía donde luego se construyó el convento de Belén.
Compostela se extiende desde Cuarteles a Desamparados, que bordea la ensenada de
Atarés, en la Bahía de La Habana.
En
tanto, esta última vía se nombró así, debido a que corría junto a la parte Sur
de la muralla que rodeaba a La Habana y quedaba apartada del centro de la urbe,
por lo que quienes por ella transitaban se encontraban “desamparados” ante
cualquier fechoría y quizás también ante las inclemencias del tiempo.
De
los nombres de calles, lugares, pueblos y ciudades hay mucho que escribir. Esta
reseña es solo un botón de muestra para festejar el ya cercano aniversario 495
de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana, que se celebra el 16
de este mes de noviembre.