Cuba ante el reto de la reforma cambiaria

Foto: Archivo IPS-Cuba

Por: Lien Martí Rodríguez 

El mercado informal cambiario en Cuba continúa siendo un fenómeno complejo que refleja tanto las tensiones estructurales de la economía nacional como las respuestas espontáneas de la ciudadanía ante la escasez de divisas y la falta de acceso a canales oficiales eficientes.

Si bien desde una perspectiva institucional se reconoce que este tipo de intercambio no autorizado genera distorsiones, especulación y afecta la planificación económica del país, también es evidente que su persistencia responde a vacíos que aún no han sido resueltos por las políticas públicas.

El Estado cubano ha manifestado su compromiso con la regulación del mercado cambiario, adoptando medidas como el ajuste de tasas oficiales. Sin embargo, estas acciones, aunque necesarias, han resultado insuficientes frente a la dinámica real del mercado y la creciente demanda de divisas para necesidades básicas, viajes, comercio y emprendimientos. La brecha entre la tasa oficial y la informal no solo persiste, sino que se amplía, generando incertidumbre y afectando el poder adquisitivo de los ciudadanos.

Es imprescindible que el Gobierno avance hacia soluciones más efectivas y novedosas que reconozcan las realidades del entorno económico actual. Esto incluye la posibilidad de flexibilizar el acceso a divisas mediante plataformas digitales seguras, fomentar la bancarización de las operaciones cambiarias, y establecer mecanismos transparentes que permitan a los ciudadanos y al sector privado operar dentro de un marco legal, sin recurrir a la informalidad.

Al mismo tiempo, se requiere una comunicación clara y constante que explique las decisiones económicas, sus fundamentos y sus objetivos, para fortalecer la confianza ciudadana y evitar que la desinformación alimente prácticas especulativas. 

La lucha contra el mercado informal debe incluir la creación de alternativas viables que lo tornen innecesario.

En definitiva, el mercado informal cambiario es tanto un síntoma como una señal. Un síntoma de las limitaciones actuales y una señal de que es posible innovar desde el Estado para construir un modelo más inclusivo, funcional y justo. 

La solución no está en ignorar la informalidad, sino en superarla con inteligencia, voluntad política y participación ciudadana.

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