Foto: Sitio El Soldado de las Ideas.
Por: Jorge Ernesto Angulo Leiva
Durante aquellos momentos fundacionales de la nueva sociedad, la Mayor de las Antillas contaba con un equipo instalado en la Liga Internacional del circuito Triple A, perteneciente al sistema de la Gran Carpa. Me refiero a los Reyes Cubanos del Azúcar.
Sin embargo, en los años anteriores esa nómina presentó pobres resultados deportivos e incluso serias dificultades para su mantenimiento económico pues ningún empresario decidÃa apostar por ella. Cada dÃa sonaban más fuerte las amenazas de perder la franquicia, Nueva Jersey aparecÃa a la espera.
Durante el primer viaje de Fidel a Estados Unidos como representante polÃtico de la Isla, respondió asà una pregunta de la Asociación de Corresponsales de Naciones Unidas el 22 de abril de 1959: “los cubanos no quieren que los Cuban Sugar Kings se vayan de Cuba […] y lo que es más, queremos hacer un equipo de Grandes Ligas”.
De acuerdo con el periodista Fausto Miranda, en las páginas del periódico Revolución, el lÃder acariciaba la idea de competir y alguna vez ganar en el exigente escenario norteño, en respaldo a «los sueños dorados de todos los fanáticos y desvelo de la crónica».
Más allá de las palabras, según recordaba el inigualable erudito beisbolero Ismael Sené, el gobierno liberó créditos para mantener en la Isla el conjunto propiedad de Bobby Maduro.
Quizás influida por la energÃa mÃstica de ese año, la novena insular disputó la Serie Mundial de su categorÃa frente al Minneapolis Millers. Cuando llegaron a La Habana, muchos miembros de los visitantes sintieron la especial atracción del Comandante y lo conocieron.
En definitiva, los Kings honraron su nombre y alcanzaron el reinado. Como nunca antes, parecÃan cerca de convertir en realidad el slogan “un pasito más y llegamos”.
Sin embargo, el 8 de julio de 1960 un encuentro entre el Secretario de Estado Christian Herter y el Comisionado de la MLB Ford Frick decretó el traspaso del plantel a Jersey City, afirmó el periodista Gabriel Molina.
Para tal decisión sirvieron de pretexto perfecto los acontecimientos desatados en el Gran Stadium del Cerro en la madrugada del 26 de julio de 1959. Una multitud sobresaltada, durante el festejo de esa grandiosa fecha, realizó varios disparos en una doble jornada entre los Sugars y las Alas Rojas de Rochester.
Pero al margen de esa manifestación patriótica más o menos discutible, la avalancha de agresiones contra nuestra pelota resultaba inevitable, en medio de un perÃodo de aislamiento, mientras se preparaba una invasión mercenaria.
Ocurrió el despojo de la Serie del Caribe –similar a robarle un hijo a su padre–, le impidieron a los peloteros estadounidenses volver a nuestra Liga Profesional y le aplicaron a los nuestros la exclusiva y humillante condición de renunciar a todo vÃnculo con su patria si deseaban probar su talento en las Grandes Ligas.
Yasel Porto señaló cómo esas medidas resultaron las verdaderas culpables del fin de nuestra Liga Profesional y solo quedaba un camino: la resignación a morir o el renacimiento. Cuba eligió la segunda e inauguró una nueva época, tan gloriosa como las anteriores.
Sin dudas, Fidel jugó siempre a favor del bien de la pelota en este paÃs, primero bajo el sistema heredado de la República y después, cuando ya resultaba inviable por las presiones externas, contribuyó a crear uno nuevo, tan auténtico y en consonancia con los cambios en la sociedad.
Sin embargo, en los años anteriores esa nómina presentó pobres resultados deportivos e incluso serias dificultades para su mantenimiento económico pues ningún empresario decidÃa apostar por ella. Cada dÃa sonaban más fuerte las amenazas de perder la franquicia, Nueva Jersey aparecÃa a la espera.
Durante el primer viaje de Fidel a Estados Unidos como representante polÃtico de la Isla, respondió asà una pregunta de la Asociación de Corresponsales de Naciones Unidas el 22 de abril de 1959: “los cubanos no quieren que los Cuban Sugar Kings se vayan de Cuba […] y lo que es más, queremos hacer un equipo de Grandes Ligas”.
De acuerdo con el periodista Fausto Miranda, en las páginas del periódico Revolución, el lÃder acariciaba la idea de competir y alguna vez ganar en el exigente escenario norteño, en respaldo a «los sueños dorados de todos los fanáticos y desvelo de la crónica».
Más allá de las palabras, según recordaba el inigualable erudito beisbolero Ismael Sené, el gobierno liberó créditos para mantener en la Isla el conjunto propiedad de Bobby Maduro.
Quizás influida por la energÃa mÃstica de ese año, la novena insular disputó la Serie Mundial de su categorÃa frente al Minneapolis Millers. Cuando llegaron a La Habana, muchos miembros de los visitantes sintieron la especial atracción del Comandante y lo conocieron.
En definitiva, los Kings honraron su nombre y alcanzaron el reinado. Como nunca antes, parecÃan cerca de convertir en realidad el slogan “un pasito más y llegamos”.
Sin embargo, el 8 de julio de 1960 un encuentro entre el Secretario de Estado Christian Herter y el Comisionado de la MLB Ford Frick decretó el traspaso del plantel a Jersey City, afirmó el periodista Gabriel Molina.
Para tal decisión sirvieron de pretexto perfecto los acontecimientos desatados en el Gran Stadium del Cerro en la madrugada del 26 de julio de 1959. Una multitud sobresaltada, durante el festejo de esa grandiosa fecha, realizó varios disparos en una doble jornada entre los Sugars y las Alas Rojas de Rochester.
Pero al margen de esa manifestación patriótica más o menos discutible, la avalancha de agresiones contra nuestra pelota resultaba inevitable, en medio de un perÃodo de aislamiento, mientras se preparaba una invasión mercenaria.
Ocurrió el despojo de la Serie del Caribe –similar a robarle un hijo a su padre–, le impidieron a los peloteros estadounidenses volver a nuestra Liga Profesional y le aplicaron a los nuestros la exclusiva y humillante condición de renunciar a todo vÃnculo con su patria si deseaban probar su talento en las Grandes Ligas.
Yasel Porto señaló cómo esas medidas resultaron las verdaderas culpables del fin de nuestra Liga Profesional y solo quedaba un camino: la resignación a morir o el renacimiento. Cuba eligió la segunda e inauguró una nueva época, tan gloriosa como las anteriores.
Sin dudas, Fidel jugó siempre a favor del bien de la pelota en este paÃs, primero bajo el sistema heredado de la República y después, cuando ya resultaba inviable por las presiones externas, contribuyó a crear uno nuevo, tan auténtico y en consonancia con los cambios en la sociedad.
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