Como la aristocracia de Pasión y Orgullo: Londres 1908


Por Víctor Joaquín Ortega

¿Qué se puede esperar de los aristócratas? La misma suciedad en la actuación en aquellos que quieren serlo olvidando su origen. En la telenovela brasileña Pasión y orgullo pululan sus maldades, encabezadas por la dama de los Williamson. Atacan el amor y la decencia desde la discriminación, las conspiraciones y la corrupción.

Ah, esa ficción parte de tanta injusticia que ha dejado huellas y, del brazo de la peor derecha, amenaza y sigue hiriendo a la humanidad. Dicha mácula desgarró el deporte, el olimpismo y los IV Juegos Olímpicos, efectuados en la capital inglesa, en 1908.

La visión aristocrática continuaba dañando la esencia del certamen rescatado y perfeccionado por Pierre de Coubertin, quien por su humanismo hecho a un lado su título de Barón en la práctica, mientras buscaba en la Cultura Física y su parte competitiva un medio para unir y forjar a los pueblos.

El pedagogo debió enfrentar clubes, asociaciones, federaciones hasta gobiernos que no solo pensaban así, lo imponían con los hechos: “Es amateur todo aquel que no haya participado en una prueba abierta, accesibles a todos o por el dinero procedente de las entradas al terreno o ventajas similares. que no haya sido en ningún momento de su vida profesor o monitor de ejercicios de este género como medio de vida y que no sea obrero, artesano o jornalero”. De los estatutos del Amateur Athletic Club de Londres.

Coubertin fracasó cuando intentó llevar remeros británicos a Francia con vista una competencia. Ocurrió lo mismo con la visita de remeros galos a Inglaterra, En ambos casos, el origen manchado de algunos contendientes (obrero, artesano o jornalero) la impidió: “Ninguno es un gentleman, es imposible”, le dijeron.

Por cierto, los dirigentes de este deporte en Reino Unido batallaron contra su convocatoria olímpica porque, según ellos, las regatas verdaderas de remos se efectuaban desde hace bastante tiempo en sus aguas y no debían ser sustituidas.

Muchos de sus compañeros en el Comité Olímpico Internacional (COI) no estaban plenamente a gusto con su concepción y el batallar por ella: Todos los deportes para todos, y bastante menos con planteamientos al respecto como el siguiente: “…durante mucho tiempo el atletismo en el siglo XIX no ha sido más que el pasatiempo de la juventud rica y semiociosa. Nuestro Comité ha luchado más que nadie para hacer de él el placer habitual de los jóvenes de la pequeña burguesía y ahora debe hacerse completamente accesible al adolescente proletario”. No pocos votaron en contra e impidieron varias de sus propuestas a favor de la gente “de abajo”.

En Londres 1908 llovieron las trampas y fue tanta la labor antideportiva y antiolímpica de los organizadores de la sede, que no admitió árbitros de otras naciones y les impuso la parcialidad a los suyos.

Profundizaré más en un próximo escrito sobre la justa y en sus pecados que mantienen en acción sus garras ahora, les adelanto la síntesis mejor sobre aquel relajo. Pertenece al periodista francés Frank Puaux: “Los Juegos han sido el golpe de gracia a la reputación de deportividad de Inglaterra. Nos han demostrado que, al surgir ahora auténticos rivales en otros países, pasaron a la historia la imparcialidad, el fair play y la independencia, virtudes cuyo patrimonio se habían esforzado en presentar al mundo como de su exclusiva pertenencia”.

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