Eusebio Leal nos enseñó a amar a La Habana. Foto: UNESCO |
Por: Leydis Luisa Mitjans
Eusebio Leal hubiese cumplido hoy 82 años.
De haberlos vivido, seguramente andarÃa por La Habana, entre los adoquines, las piedras, las columnas y la historia que recató del olvido. Tal vez, hoy recibiera algún homenaje o algún reconocimiento, de esos que no necesita quien sabe de trabajo y de virtud, que no es lo mismo, pero es igual. Quizás alguien le pedirÃa un discurso, una entrevista, una “breve intervención” y entonces, una vez más, la magia tomarÃa forma de palabra.
Decir que Leal transformó el Centro Histórico de la Ciudad, es decir poco. TodavÃa hoy, cuando el peso de su ausencia y la profunda crisis socioeconómica que sufre el paÃs ensombrece la obra que legó, es palpable el compromiso social que acompañó el proceso de restauración de la vieja Habana. Sin embargo, ni siquiera esa es su herencia más importante.
Eusebio Leal nos enseñó a amar a La Habana, como aquel verso martiano: Piensa que nacen entre espinas flores. “La Habana es una ciudad viva, de sabidurÃa y de memoria: en esta metrópolis animada hallamos la acrópolis de la sabidurÃa que es el bello campus de la Universidad y el gran cementerio monumental, la necrópolis, bella también”. El historiador de la Ciudad -en presenta- le devolvió el mito y la belleza, al menos hasta donde alcanzó su mano.
“Es cierto que todo me ha llevado siempre a La Habana. Han sido realmente muchos años de trabajo y de empeño. No me arrepiento. Si hubiera otra vida que esta que conocemos aquà abajo, mi alma vagará eternamente por La Habana. Ha sido el mejor de mis amores, la mejor de mis pasiones, el mayor de mis desafÃos. Realmente no sé por qué siempre vuelvo misteriosamente a ella, en la luz y en el silencio, en la vida y en el sueño”