Foto: Jit.
Por. Redacción Digital
Cerca de 25 infantes procedentes de diferentes territorios de La Habana, divididos en las categorías de 9-10 y 11-12 años, componen la tropa que lidera la entrenadora Yensy Álvarez Bravo.
Con una frecuencia de entrenamiento de lunes a sábado, niñas y niños que se inician en el mundo del patinaje de carreras se enfrascan durante dos horas en aprender; mientras, los más avezados, intentan dominar los elementos técnicos.
No se exige superar pruebas de habilidades o actitudes para pertenecer al equipo. Acercarse al área y pedir incluirse son los únicos pasos que deben completar los padres para ver a sus hijos patinar. El resto es constancia y disciplina.
“Aquí se les enseña primero a patinar, a coger habilidad y equilibrio. Luego se profundiza en la técnica, fundamentalmente para la modalidad de velocidad. También recibimos aprendices de categorías más pequeñas”, contó Álvarez Bravo a Jit.
“Con este grupo hay que hacer muchos ejercicios específicos, con el objetivo de vencer paso a paso la técnica. Es necesario comenzar temprano para lograr equilibrio, coordinación. El patinaje necesita mucha repetición, horas de trabajo. Solo así se verán los resultados en el futuro”, destacó René Eugenio Somhuano George, entrenador del equipo nacional que colabora en la formación de los más pequeños.
Promover patinadores a la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (Eide) Mártires de Babados, de La Habana, y que representen luego a la provincia en los campeonatos nacionales se encuentra entre los objetivos que se persiguen. La familia emerge entonces como un pilar esencial para lograr dicha meta, y por ello en esta área los padres son parte del equipo de trabajo, porque ayudan en lo organizativo, lo material y lo sentimental.
“Uno como adulto busca que los niños se desarrollen tanto física como sicológicamente, y en ese sentido el deporte ayuda mucho. Aquí no solo aprenden habilidades, también mejoran la disciplina, se preparan para la vida y eso es lo que buscamos como padres.
“No traemos a nuestros hijos para que sean campeones, sino para que evolucionen, mejoren sus tiempos, aprendan que a veces para ganar, toca perder”, expresó Alejandro López Llanusa, padre de Andrea, una niña de seis años miembro del grupo.
Un ambiente agradable de camaradería se respira en las gradas de la instalación. Mientras los pequeños patinan, sus progenitores los siguen, aplauden y conspiran entre ellos cuando hace falta hacer un trabajo voluntario en la pista, ayudar a un recién llegado que todavía no cuenta con vestuario o patines y hasta planean trasladarse hacia otras provincias cuando se convocan las competencias.
Niños como Ernesto González y Verónica Sánchez, quienes llevan dos años patinando en el lugar, agradecen los esfuerzos que padres y entrenadores realizan para cumplirles el anhelo de ser algún día velocistas del equipo nacional.
“No hacemos tantas competiciones como quisiéramos, pero las pocas que existen se hacen bien. Participamos en los campeonatos provinciales y en el evento Roberto “Chocolate” Herrera in Memóriam que se celebra con patinadores de La Habana, aunque acuden invitados de otros lugares del país. Los topes con provincias cercanas nos ayudan igualmente en la preparación de los niños”, resaltó Álvarez Bravo.
Imprescindibles activistas
Garantizar el futuro del patinaje cubano es una tarea que asumen amantes del deporte como Amalia Leyva y Jorge López, activistas que apoyan el trabajo de los entrenadores principales en las categorías infantiles.
Amalia se encarga de los más pequeñitos del grupo que forma la profesora Yensy, cuyas edades oscilan entre los cinco y seis años de edad. Jorge, por su parte, ha laborado durante cuatro años con los chicos y chicas que se adiestran en los terrenos de la Ciudad Deportiva.
“En ocasiones la matrícula es grande, con niños que se inician, por lo que necesitan una atención diferenciada. Ahí entramos nosotros, con el fin de no retrasar a los avanzados y no quemar etapas con los que comienzan”, aseguró López.
Para ambos, trabajar con patinadores tan pequeños no supone un problema, porque son quienes más rápido aprenden. “Muchos llegan sin poder sostenerse y en una semana ya lo tienen dominado, es más sencillo el trabajo con ellos”, refiere Leyva.
“Lo fundamental para nosotros es que el niño sea feliz patinando. A partir de ahí nos concentramos en lograr que el alumno se pare en los patines, conozca la técnica, adquiera resistencia y luego que pueda unir ambos elementos; que quiera competir y ganar, todo eso sin perder el amor por el patinaje. No hacemos nada con que asistan al área obligados”, comentó Jorge López, que además es padre de un pequeño patinador.
“El patinaje de iniciación es juego y los niños se motivan jugando. Nuestra principal aspiración es que disfruten, para que no pierdan el interés. Sacar a los niños de la casa, que realicen otras actividades, que se despeguen un poco de las nuevas tecnologías y respiren aire puro, es otra misión que buscamos completar a diario”, aseveró Amalia.
Tomado de Jit
Con una frecuencia de entrenamiento de lunes a sábado, niñas y niños que se inician en el mundo del patinaje de carreras se enfrascan durante dos horas en aprender; mientras, los más avezados, intentan dominar los elementos técnicos.
No se exige superar pruebas de habilidades o actitudes para pertenecer al equipo. Acercarse al área y pedir incluirse son los únicos pasos que deben completar los padres para ver a sus hijos patinar. El resto es constancia y disciplina.
“Aquí se les enseña primero a patinar, a coger habilidad y equilibrio. Luego se profundiza en la técnica, fundamentalmente para la modalidad de velocidad. También recibimos aprendices de categorías más pequeñas”, contó Álvarez Bravo a Jit.
“Con este grupo hay que hacer muchos ejercicios específicos, con el objetivo de vencer paso a paso la técnica. Es necesario comenzar temprano para lograr equilibrio, coordinación. El patinaje necesita mucha repetición, horas de trabajo. Solo así se verán los resultados en el futuro”, destacó René Eugenio Somhuano George, entrenador del equipo nacional que colabora en la formación de los más pequeños.
Promover patinadores a la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (Eide) Mártires de Babados, de La Habana, y que representen luego a la provincia en los campeonatos nacionales se encuentra entre los objetivos que se persiguen. La familia emerge entonces como un pilar esencial para lograr dicha meta, y por ello en esta área los padres son parte del equipo de trabajo, porque ayudan en lo organizativo, lo material y lo sentimental.
“Uno como adulto busca que los niños se desarrollen tanto física como sicológicamente, y en ese sentido el deporte ayuda mucho. Aquí no solo aprenden habilidades, también mejoran la disciplina, se preparan para la vida y eso es lo que buscamos como padres.
“No traemos a nuestros hijos para que sean campeones, sino para que evolucionen, mejoren sus tiempos, aprendan que a veces para ganar, toca perder”, expresó Alejandro López Llanusa, padre de Andrea, una niña de seis años miembro del grupo.
Un ambiente agradable de camaradería se respira en las gradas de la instalación. Mientras los pequeños patinan, sus progenitores los siguen, aplauden y conspiran entre ellos cuando hace falta hacer un trabajo voluntario en la pista, ayudar a un recién llegado que todavía no cuenta con vestuario o patines y hasta planean trasladarse hacia otras provincias cuando se convocan las competencias.
Niños como Ernesto González y Verónica Sánchez, quienes llevan dos años patinando en el lugar, agradecen los esfuerzos que padres y entrenadores realizan para cumplirles el anhelo de ser algún día velocistas del equipo nacional.
“No hacemos tantas competiciones como quisiéramos, pero las pocas que existen se hacen bien. Participamos en los campeonatos provinciales y en el evento Roberto “Chocolate” Herrera in Memóriam que se celebra con patinadores de La Habana, aunque acuden invitados de otros lugares del país. Los topes con provincias cercanas nos ayudan igualmente en la preparación de los niños”, resaltó Álvarez Bravo.
Imprescindibles activistas
Garantizar el futuro del patinaje cubano es una tarea que asumen amantes del deporte como Amalia Leyva y Jorge López, activistas que apoyan el trabajo de los entrenadores principales en las categorías infantiles.
Amalia se encarga de los más pequeñitos del grupo que forma la profesora Yensy, cuyas edades oscilan entre los cinco y seis años de edad. Jorge, por su parte, ha laborado durante cuatro años con los chicos y chicas que se adiestran en los terrenos de la Ciudad Deportiva.
“En ocasiones la matrícula es grande, con niños que se inician, por lo que necesitan una atención diferenciada. Ahí entramos nosotros, con el fin de no retrasar a los avanzados y no quemar etapas con los que comienzan”, aseguró López.
Para ambos, trabajar con patinadores tan pequeños no supone un problema, porque son quienes más rápido aprenden. “Muchos llegan sin poder sostenerse y en una semana ya lo tienen dominado, es más sencillo el trabajo con ellos”, refiere Leyva.
“Lo fundamental para nosotros es que el niño sea feliz patinando. A partir de ahí nos concentramos en lograr que el alumno se pare en los patines, conozca la técnica, adquiera resistencia y luego que pueda unir ambos elementos; que quiera competir y ganar, todo eso sin perder el amor por el patinaje. No hacemos nada con que asistan al área obligados”, comentó Jorge López, que además es padre de un pequeño patinador.
“El patinaje de iniciación es juego y los niños se motivan jugando. Nuestra principal aspiración es que disfruten, para que no pierdan el interés. Sacar a los niños de la casa, que realicen otras actividades, que se despeguen un poco de las nuevas tecnologías y respiren aire puro, es otra misión que buscamos completar a diario”, aseveró Amalia.
Tomado de Jit
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