Foto: Montaje COCO. |
Por: Victor Joaquín Ortega
En París 1900, Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, consigue el primer premio olímpico para los hispanos al concluir segundo en el llamado game shotting de la arquería. Sin restar importancia al suceso, historiadores y periodistas se han dolido de la ausencia de una de sus figuras en esta cita.
En París 1900, Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, consigue el primer premio olímpico para los hispanos al concluir segundo en el llamado game shotting de la arquería. Sin restar importancia al suceso, historiadores y periodistas se han dolido de la ausencia de una de sus figuras en esta cita.
Al respecto, Juan Fauria ha escrito: “En 1890, un español se había destacado mundialmente, pero en un deporte mucho más increíble para nosotros, el atletismo. El héroe se llamaba R. de Zeballos, y el 8 de mayo de 1890 en París, durante los segundos campeonatos interuniversitarios obtuvo 11.2 segundos en 100 metros lisos, marca prodigiosa para aquel entonces y que igualaba el récord del mundo. Fue una lástima que aquel muchacho no perseverara y acudiera a Atenas y París. Sin embargo, su proeza es una gotita de almíbar en nuestra historia deportiva”.
No fue el bote completo del dulce porque faltaba motivación, era débil todavía la comprensión y la pasión por el estupendo rescate coubertiano. Aparte de esta carencia de ambiente positivo, ¿tendría los recursos suficientes el joven para adiestrarse y viajar hacia la gloria?
Bastante costaban esos laureles —y cuestan en la actualidad mucho más—. A pesar de su estudio al más alto nivel, ¿los poseía Zeballos? El marqués si era dueño de ellos. Citaré uno de los pensamientos del forjador del certamen relacionados con dicho tema:
Declara en su carta a los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI), fechada en Lausana, en enero de 1919: “…durante mucho tiempo el atletismo renovado en el siglo XIX no ha sido más que el pasatiempo de la juventud rica y semiociosa. Nuestro Comité ha luchado más que nadie para hacer de él el placer habitual de los jóvenes de la pequeña burguesía y ahora debe hacerse completamente accesible al adolescente proletario. Todos los deportes para todos. Esta es la nueva fórmula, de alguna manera utópica, a cuya realización debemos consagrarnos”.
Sobre este propósito agrega: “…para asegurar la paz social, no bastará, desde luego, con repartir entre los hombres de manera más equitativa el esfuerzo de producción y la facilidad de consumo de los objetos necesarios para la vida material; ni siquiera con abrir al adolescente el libre acceso a un perfeccionamiento intelectual, más de acuerdo con sus facultades cerebrales que con la situación de sus padres…
“(…) Conviene que el placer muscular, productor de alegría, de energía, de calma y de pureza, sea puesto también al alcance de los más humildes y bajo las múltiples formas con las que le han revestido el perfeccionamiento de las industrias modernas”.
Y concluye Pierre de Coubertin Pierre de Coubertin: “Este es el olimpismo integral y democrático cuya primera piedra colocamos hoy”, expresó en abril de 1919.
No fue el bote completo del dulce porque faltaba motivación, era débil todavía la comprensión y la pasión por el estupendo rescate coubertiano. Aparte de esta carencia de ambiente positivo, ¿tendría los recursos suficientes el joven para adiestrarse y viajar hacia la gloria?
Bastante costaban esos laureles —y cuestan en la actualidad mucho más—. A pesar de su estudio al más alto nivel, ¿los poseía Zeballos? El marqués si era dueño de ellos. Citaré uno de los pensamientos del forjador del certamen relacionados con dicho tema:
Declara en su carta a los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI), fechada en Lausana, en enero de 1919: “…durante mucho tiempo el atletismo renovado en el siglo XIX no ha sido más que el pasatiempo de la juventud rica y semiociosa. Nuestro Comité ha luchado más que nadie para hacer de él el placer habitual de los jóvenes de la pequeña burguesía y ahora debe hacerse completamente accesible al adolescente proletario. Todos los deportes para todos. Esta es la nueva fórmula, de alguna manera utópica, a cuya realización debemos consagrarnos”.
Sobre este propósito agrega: “…para asegurar la paz social, no bastará, desde luego, con repartir entre los hombres de manera más equitativa el esfuerzo de producción y la facilidad de consumo de los objetos necesarios para la vida material; ni siquiera con abrir al adolescente el libre acceso a un perfeccionamiento intelectual, más de acuerdo con sus facultades cerebrales que con la situación de sus padres…
“(…) Conviene que el placer muscular, productor de alegría, de energía, de calma y de pureza, sea puesto también al alcance de los más humildes y bajo las múltiples formas con las que le han revestido el perfeccionamiento de las industrias modernas”.
Y concluye Pierre de Coubertin Pierre de Coubertin: “Este es el olimpismo integral y democrático cuya primera piedra colocamos hoy”, expresó en abril de 1919.
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