Así murió José Martí

 


Por: Redacción Digital 

¿Buscó Martí la muerte de manera voluntaria en Dos Ríos? ¿Puede hablarse entonces de un suicidio político? ¿Fue sorprendido por el enemigo en el momento que marchaba hacia la costa a fin de salir de la Isla? ¿Se le hicieron insostenibles las desavenencias con los jefes militares de la guerra? ¿Fue la fogosidad de su caballo Baconao lo que lo hizo meterse sin querer en las líneas españolas?

Dice el historiador Rolando Rodríguez en su libro Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente (2002) que desde los propios días del suceso «elaboradores de fantasía y ficciones de género diverso, han pretendido, contra toda evidencia histórica, retorcer hechos, aferrarse a relatos inexactos o documentos repletos de lagunas y sin contrastación adecuada, o haciéndolo de manera forzada, han presentado una versión particular y totalmente errónea de los acontecimientos».

Especialistas militares coinciden en afirmar que la acción de Dos Ríos, si bien cobró significación por la muerte de Martí, no tuvo gran importancia desde el punto de vista estrictamente militar. Las circunstancias en que se produjo el combate han sido objeto de variadas versiones que difieren en determinados detalles, pero en general coinciden en los aspectos esenciales y sobre todo en la forma en que aconteció la muerte del Apóstol.

¿Cómo fue la muerte de Martí? Sin duda, quedan todavía momentos sin respuesta, pero, aseguran especialistas, los lados oscuros de aquellas horas son mucho menos de lo que algunos quieren todavía hacer ver. Veamos los detalles

¡Viva el presidente!

Regresa Máximo Gómez, general en jefe del Ejército Libertador, al campamento de Vuelta Grande y encuentra allí al mayor general Bartolomé Masó que conversa con el mayor general José Martí, delegado del Partido Revolucionario Cubano. Revistan las tropas los tres generales y las arengan Gómez y Masó. Toca el turno a Martí. Por Cuba estoy dispuesto a dejarme clavar en la cruz, dice, y los soldados lo aclaman. ¡Viva el Presidente!, gritan.

Almuerzan. Tienden los ordenanzas las hamacas de los jefes para la siesta, y Martí, se dice, aunque es poco probable, trabaja en la redacción de lo que sería la Constitución de la República en Armas. De pronto, un teniente que penetra en el campamento a todo correr da la noticia: se escuchan disparos en dirección a Dos Ríos, donde confluyen el Cauto y el Contramaestre. Gómez ordena montar a caballo. Martí no permanecerá en el campamento, como aseguran algunas versiones.

Gómez quiere entablar combate en un sitio alejado de Dos Ríos, donde se le facilite maniobrar a la caballería. No lo logra y debe emprender la acción en ese lugar, a unos cuatro kilómetros del campamento. Vadean los insurrectos el Contramaestre y, ya en la sabana, una avanzada española trata de detenerlos. Los mambises la aniquilan, pero la columna, que manda el coronel José Ximénez de Sandoval, formada en cuadro, rompe fuego contra los cubanos. Trata el General en Jefe de proteger al Delegado. Le ordena: «Hágase usted atrás, Martí, no es ahora este supuesto».

Detiene Martí un tanto su caballo y Gómez lo pierde de vista, concentrada su atención en el enemigo. Es probable, dice Rolando Rodríguez, que Martí merodeara por el terreno tratando de acercarse al escenario inmediato de la lucha hasta que en compañía del subteniente Ángel de la Guardia, su asistente, se lanza al galope contra las líneas españolas hasta colocarse a unos 50 metros a la derecha y delante del General en Jefe, donde ambos jinetes se convierten en blanco perfecto de la avanzada contraria, oculta entre la hierba. Pasan el Delegado y su asistente entre un dagame seco y un fustete caído y las balas se ceban en el cuerpo del Apóstol, que se desploma.

¿Está todavía vivo?

Recobrar a Martí, vivo o muerto

Martí es impactado por tres disparos. Una bala le penetra por el pecho, al nivel del puño del esternón, que quedó fracturado. Otra, que le entró por el cuello, le destroza, en su trayectoria de salida, el lado izquierdo del labio superior, y otra más lo alcanza en un muslo. De la Guardia, que queda atrapado bajo su caballo herido, puede librarse del peso de la bestia y atrincherarse detrás del fustete caído para batirse desde esa posición con el adversario, escondido en el herbazal, pero no consigue rescatar el cuerpo del Delegado.

Con el paso lento que le permite su caballo herido, retorna el asistente a los suyos y casi al mismo tiempo vuelve, tinto en sangre, Baconao, el caballo del Apóstol. El General en Jefe, desesperado, se lanza, prácticamente solo, al lugar del suceso a fin de recobrar a Martí, vivo o muerto. Tanto se arriesga que el coronel Ximénez de Sandoval, en su informe inicial sobre el combate, lo reporta entre las bajas contrarias. «Jamás me he visto en tanto peligro», escribe Gómez a Estrada Palma.

Una barrera de fuego impide a Gómez llegar hasta el cuerpo de Martí. Lo hallan los españoles y el cubano Antonio Oliva, alias El Mulato, práctico de la columna de Sandoval, alardeará de haberlo rematado con su tercerola y también de haberle hecho fuego desde el maniguaso. Un militar español calificó de fantasía ese tiro casi a boca tocante sobre Martí moribundo y no falta quien ponga en duda los disparos que afirmó haberle hecho desde el herbazal. De la Guardia aseguraba haber sido blanco de una descarga cerrada, sin contar que es imposible con una tercerola impactar tres veces a un jinete antes de que se venga abajo. El Mulato, con sus afirmaciones, buscaba una distinción pensionada. Lo condecoraron con la Cruz del Mérito Militar de Cuba, pero de pensión, ni un quilito…

Una hora y media duró el combate de Dos Ríos, un día como hoy; hace 129 años. Martí cayó en la segunda media hora de la acción, después de la una y siempre antes de la una y treinta de la tarde, que es cuando el General en Jefe recibe la noticia apabullante.

Versiones

Ángel de la Guardia contó que, al cruzar el Contramaestre, junto a Gómez, una hondonada desvió el caballo de Martí y el suyo y obligó a moverse en una línea diagonal a las tropas mambisas y así se encontraron con el enemigo. Pero ese relato, expresa Rolando Rodríguez, tiene tales imprecisiones que no puede asumirse al pie de la letra.

También es poco fiable la versión que coloca a Martí sumado a un destacamento insurrecto con el que se topa de casualidad. Es una tropa que ha macheteado a una avanzada española y persigue a los sobrevivientes, que se refugian en la casa del campesino José Rosalía. Allí la esposa de este, escondida bajo una cama con sus hijos, escucha a Martí conminar a De la Guardia a machar solos, lo que los hace tropezar con una tropa enemiga. Versión que se desecha. No la alude ninguno de los participantes en la acción de Dos Ríos.

Baconao era en efecto un caballo asustadizo y que tendía a desbocarse, pero el Apóstol, si bien no era un jinete consumado, tampoco era un inexperto. No tenía intención de salir de Cuba, como querían Gómez y Maceo, al menos en ese momento, y hablar de suicidio solo evidencia desconocimiento del carácter de Martí, sin contar que de marchar al sacrificio no hubiese invitado a su joven asistente a acompañarlo. Expresa Rolando Rodríguez: «Para un hombre de su ética hubiera sido injusto arriesgar una vida ajena en un destino que era el suyo». No se suicida el hombre que escribió: «No habrá dolor, humillación, mortificación, contrariedad, crueldad que yo no acepte en servicio de mi patria».

Destinos

Ángel Perfecto de la Guardia Bello nació en Jiguaní, en 1875. Tras el combate de Dos Ríos, Gómez lo ascendió a Teniente. Participó en la batalla de Peralejo y, ya Capitán, se sumó a la Invasión y acompañó a Maceo hasta Mantua. Su comportamiento en el combate de Paso Real de San Diego le valió el ascenso a Comandante, y, de nuevo en Oriente, a las órdenes de Calixto García, alcanzó el grado de Teniente Coronel tras el combate de Guáimaro y fue el héroe de la toma de Cauto Embarcadero. Ayudante de campo de Calixto; estuvo en el ataque a Jiguaní. Jefe del Regimiento Vicente García en la toma de Las Tunas. Había rendido ya cuatro de los fuertes que rodeaban la ciudad cuando encontró la muerte, el 28 de agosto de 1897. Calixto lo ascendió, post mortem, a Coronel.

Ximénez de Sandoval mereció solo la Cruz de María Cristina de tercera clase tras el combate de Dos Ríos. Era General de División en el momento de su muerte, en 1924, y había declinado el marquesado de Dos Ríos, porque aquello, dijo, no fue una victoria; allí murió «el genio más grande que dio América». Se desconoce el final del Mulato Oliva. Algunos aseguran que lo machetearon en un café de San Luis; otros, en una cantina de Palmarito, mientras que la familia insistía en que había salido de Cuba.

Baconao sobrevivió a la bala que le penetró por el vientre y salió por una de las ancas. Máximo Gómez dispuso que lo soltaran en la finca Sabanilla con la indicación expresa de que nadie más lo montara.

Tomado de Juventud Rebelde

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