Más allá de aquella alegría en el baloncesto

Foto: FIBA.

Por: Víctor Joaquín Ortega

Todavía está en mi memoria la alegría nos proporcionó la selección nacional de baloncesto hace poco más de un me. Esa victoria contundente (81x67) sobre la representación estadounidense en el tabloncillo de la Ciudad Deportiva levanta el ánimo, robustece la fe, la esperanza, la combatividad más allá de la esfera de los músculos que no es únicamente músculos.

Sin embargo, no nos quedemos encadenados a la complacencia. La emoción no debe obstaculizar el análisis. Pensemos lejos del exceso de la fogosidad de ella, no caigamos en la congelación del estudio.

Por fin batallaron nuestros muchachos con el colectivismo necesario para cualquier deporte de conjunto. Al unirlo a su calidad en ascenso y la cubanía nos hizo conquistar la dicha, Sí, también la cubanía, muy distante del malsano cubaneo. Tonto es quien la desprecie. Lo universal es indispensable en cualquier sector de la vida; Lo propio también que mucho aporta a lo universal. No es solo haberse impuesto, sino de qué manera: con elegancia, inteligencia, deportividad. Debemos poner el alma en lo que se hace. No basta. Sin los otros ingredientes, falta vigor al andar.

Ahondemos. Las opiniones de Ernesto Che Guevara sobre la profundización, aplicadas a cuestiones mucho más importantes de la existencia, indican caminos insoslayables: “Desgraciadamente, a los ojos de la inmensa mayoría de nuestro pueblo, y a los míos propios, llega más la apología de un sistema que el análisis científico de él… Esto no nos ayuda en el trabajo de esclarecimiento y todo nuestro esfuerzo está destinado a invitar a pensar, a abordar el marxismo con la seriedad que esta gigantesca doctrina merece” (26 de febrero de 1964). Los subrayados son míos.

No doblegaron a un gran seleccionado, aunque sí a una representación del país poseedor del mejor baloncesto del mundo, de la base a la maravillosa liga, con una población y un territorio muchísimo mayores a los de la patria de José Martí, la que han lesionado históricamente desde lo más perverso de allí, capaz de imponer y mantener este cerco criminal tan prolongado como su maldad.

Ante de marchar hacia lo histórico precisamente, permítanme citar a la destacada intelectual cubana Nancy Morejón pues nos abre las puertas: “Pienso que nadie puede expresarse ni ser honesto consigo mismo si no mira hacia atrás, si no sabe quién es, de dónde viene”.

Muchos han mencionado sin profundizar al calor de la actual victoria, la vez inicial que los basquetbolistas norteamericanos fueron derrotados por los cubanos. Ocurrió en los sextos Panamericanos y fue más allá: por primera ocasión los estadounidenses no pudieron ascender al podio en un clásico de este tipo.

El dolor sufrido frente a los nuestros pesó en ello. Su vencedor era un elenco magnífico, el mejor que hemos tenido- Ese talento de haberse fogueado en las ligas extranjeras como ahora, habría crecido extraordinariamente.

Los del norte también cayeron ante Brasil, invicto ganador del certamen, y Puerto Rico, ocupante del peldaño plateado. Presentaron un buen seleccionado El nivel del área había avanzado y eso no bastaba: enviando figuras de segundo orden no podían aspirar a la victoria, Les pasó posteriormente en las lides olímpicas. Tuvieron y tienen que acudir a su equipo de ensueño o perecen. Terminamos en bronce (3-2). Nos viene del pasado otra señal: prohibido golosinarnos con el triunfo sobre los de Estados Unidos. Esa no es la meta ni demuestra la real valía. Hoy tenemos para más.

Antes de ofrecer los nombres de los integrantes de aquella proeza, recordemos que Cali 1971 significó la demostración de la superior altura conseguida en lo cualitativo, muy por encima de Panamá 1970, donde enseñamos el dominio en Centroamérica y el Caribe gracias a nuestra línea democrática de la base a la cúspide, la masividad trabajada desde el desarrollo científico técnico jamás poseídos en Cuba antes.

En la ciudad colombiana terminamos por ocasión primera en la segunda plaza en el medallero, solo superados por los Estados Unidos105-74-39 por 30-49-26.

En ese avance resultó fundamental el apoyo del campo socialista con la Urss a la vanguardia. Su desmerengamiento, junto a la fortificación cruel del bloqueo gringo, y no pocos errores propios, entre ellos no encontrar la ruta para la etapa que vivimos y la urgente resistencia creativa, nos han cortado las zancadas, aunque, de acuerdo a nuestra población, con lo logrado estamos por encima del continente. No podemos conformarnos. De encontrar el paso adecuado, podemos progresar mucho más.

Dimos la clarinada, hemos sido capaces de encabezar el desarrollo de la cultura física en América, sobre todo en la de Bolívar y Martí. Debimos escuchar las diversas advertencias del Comandante en Jefe acerca de las acechanzas que nos esperaban, y de los baches existentes en nuestra labor. Mas no es el objetivo de este escrito. Me ocuparé de realizar un análisis de esta situación en texto posterior. Volvamos entonces a seguir sobre el tabloncillo de antes y ahora. Los héroes del citado éxito inicial: Pedro Chappé, Ruperto Herrera, Alejandro Urgellés, Pablo García, Juan Carlos Domecq, Juan Roca, Rafael Cañizares, Miguel Calderón, Tomás Herrera, Franklin Standard, Oscar Varona y Lázaro Ortiz.

En los XX Juegos Olímpicos albergados por Munich en 1972, esa generación de baloncestistas protagonizó nuestra mejor proeza de la disciplina ráfagas; medalla de bronce. En la ronda preliminar: seis triunfos y un solo partido perdido: Vencieron a Egipto (105-64), España (74-53), Checoslovaquia (77-65), Australia (84-70) Japón, (108-63) y Brasil (64-63). El revés frente a Estados Unidos 48-67.

En la semifinal cayeron frente a la Urss 61-67. Por el tercer puesto derrotaron a los italianos 66-65. Hubo algunos cambios en el conjunto con la entrada de Conrado Pérez y José Miguel Álvarez. Destaque para Chappé el máximo de sus anotadores (110) y sobre todo por su ofensiva frente a Brasil (22), la Urss (20) e Italia (14). Ahí repitieron también Calderón, Domecq, Cañizares, Urgellés, los dos Herrera, Roca, Standard y Varona.

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