Foto: Jit. |
Por Víctor Joaquín Ortega
Acerca de Orlando Martínez, para su pueblo Orlandito como señal de gran cariño, no se puede escribir desde palabras congeladas y de un encadenamiento simple a sus mayores éxitos, a pesar de la importancia: primer campeón olímpico cubano después del triunfo de la Revolución y, a la vez, el inicial medallista de oro del boxeo antillano en la gran fiesta.
La historia de esas conquistas es más hermosa y real todavía si exponemos que no pocos funcionarios y entrenadores: fueron más difíciles rivales que los enfrentados por él entre las cuerdas. Fidel nos enseña a “No mentir jamás”. Ocultar verdades, incluso no profundizar en los hechos, tiene mucho de mentira.
En la base comenzó esa historia. A temprana edad recibió las primeras lecciones de la técnica pugilística y del correcto comportamiento como persona, para apoyar la forja indispensable del hogar, por instructores, muchos de ellos voluntarios, en el ring rústico del Paco Paco, ubicado en su lugar de nacimiento: San Miguel del Padrón.
Si se esmeraba, podía sobresalir en el escenario nacional e internacional: el sistema de su país estaba a su favor. No cae del cielo ni llega gracias a rezos: lo construyen seres humanos con virtudes y defectos y los traspasan a su obra, Joven ascendió por derecho propio en lo atlético, pero aún no estaba establecida la Escuela Cubana de Boxeo: los incipientes pasos de su danza comenzaban.
Tampoco se comprendía la visión de Kid Chocolate cuando advirtió: “El boxeo es el arte de dar y que no te den…” y el avance hacia la Escuela aún no partía a plenitud de ese concepto con un cambio más humano y científico: que no te den y dar, según Alcides Sagarra, uno de los progenitores de esa academia unidora de lo bueno de lo foráneo con la raíz de lo propio.
El estilo de Orlandito no complacía a todos. Algunos llegaron a querer excluirlo del seleccionado nacional a donde llegó por esfuerzo propio, sin ser “monedita de oro”. Tuvieron oposición en quienes lo veían un artista en el muerde y huye. Vencieron: el muchacho, compitió en los 51 kilosdee México 1968,
No salió por la puerta ancha. Cuando el húngaro Tibor Baradi le recetó un revés por decisión, esa eliminación rápida en el debut dio pie a los escépticos para caer sobre el perdedor En realidad, no era dueño de resultados sobresalientes en las lides centrocaribeñas y panamericanas.
La salida del colectivo mayor era inminente. Para bien de Orlandito, la mencionada Escuela se acercaba a pasos agigantados al nacimiento. En eso arribó el instructor soviético Andrei Chervonenko para apoyar el desarrollo de la disciplina de los puños en la nación caribeña.
Distinguió cualidades positivas en aquel peso mosca y en el completo Stevenson, Declara a la prensa en una ocasión: “Hay que trabajar con ellos, quitarles los defectos, aumentar sus condiciones. Pueden llegar muy lejos. No puede confundirse la cautela, la inteligencia al pelear, con la falta de combatividad, la cobardía…”. Convenció. La Escuela Cubana de Boxeo se probaría en Múnich 1972. Segunda oportunidad para Orlandito. Lo subieron a los 54. Eso también lo favoreció: ese ya era su peso.
Domina al birmano Hamhung Win por votación de 4-1. Octavos de final: supera al irlandés Michael Dowling por 3-2. Al indonesio Ferry Egberty Moniaga lo doblega por veredicto unánime. Semifinal: el británico George Turpin es hueso duro de roer: lo roe 3 a 2. El mexicano Alfonso Zamora presentaba magnífico nivel y lo enseñaría en el mundillo pagado posteriormente, mas su opositor sería demasiado para él en la lid germana, y lo envió al subtítulo por 5-0.
En ese mismo clásico, dos de sus compañeros de equipo, Emilio Correa (67) y Teófilo Stevenson (más de 81), ocuparon la cima, mientras Gilberto Carrillo (81) enlazaba la presea de plata y Douglas Rodríguez (51), la de bronce. La Escuela Cubana de Boxeo demostraba su grandeza. Por primera vez Cuba encabezaba la especialidad: la rumba triunfó sobre el cuadrilátero olímpico. Bailaríamos mucho más sabroso.
Quiero adicionar dos cuestiones. Una: Orlandito solo se impuso en la lid de América en Ciudad de México 1975, y lo más que hizo en los Centrocaribes fue ser uno de los bronceados en Santo Domingo 1974, después de su principal conquista.
Dos: Me molesté cuando en un programa en la tierra de los aztecas, donde actuaban boxeadores cubanos, correspondiente a la entrada al pro de la Asociación Internacional de Boxeo Amateur, donde se homenajeaba a Zamora por el papel desempeñado en su carrera, los comentaristas cubanos olvidaron y no mencionaron al menos, con tacto, lejos de ofender, que Orlandito lo venció por decisión unánime y lo envió al segundo sitio en los XX Juegos. Es necesario mostrar la potencia de bastantes de los doblegados por los representantes nuestros.
Debemos respetar la historia y demostrar la calidad deportiva y como ciudadanos de muchos de nuestros compatriotas como este sanmiguelino. No se confundió al sufrir injustos desprecios que supo superar, ni pensó siquiera en cambiar la patria por dinero, fiel a ella hasta la muerte, acaecida hace unos pocos años.
En la base comenzó esa historia. A temprana edad recibió las primeras lecciones de la técnica pugilística y del correcto comportamiento como persona, para apoyar la forja indispensable del hogar, por instructores, muchos de ellos voluntarios, en el ring rústico del Paco Paco, ubicado en su lugar de nacimiento: San Miguel del Padrón.
Si se esmeraba, podía sobresalir en el escenario nacional e internacional: el sistema de su país estaba a su favor. No cae del cielo ni llega gracias a rezos: lo construyen seres humanos con virtudes y defectos y los traspasan a su obra, Joven ascendió por derecho propio en lo atlético, pero aún no estaba establecida la Escuela Cubana de Boxeo: los incipientes pasos de su danza comenzaban.
Tampoco se comprendía la visión de Kid Chocolate cuando advirtió: “El boxeo es el arte de dar y que no te den…” y el avance hacia la Escuela aún no partía a plenitud de ese concepto con un cambio más humano y científico: que no te den y dar, según Alcides Sagarra, uno de los progenitores de esa academia unidora de lo bueno de lo foráneo con la raíz de lo propio.
El estilo de Orlandito no complacía a todos. Algunos llegaron a querer excluirlo del seleccionado nacional a donde llegó por esfuerzo propio, sin ser “monedita de oro”. Tuvieron oposición en quienes lo veían un artista en el muerde y huye. Vencieron: el muchacho, compitió en los 51 kilosdee México 1968,
No salió por la puerta ancha. Cuando el húngaro Tibor Baradi le recetó un revés por decisión, esa eliminación rápida en el debut dio pie a los escépticos para caer sobre el perdedor En realidad, no era dueño de resultados sobresalientes en las lides centrocaribeñas y panamericanas.
La salida del colectivo mayor era inminente. Para bien de Orlandito, la mencionada Escuela se acercaba a pasos agigantados al nacimiento. En eso arribó el instructor soviético Andrei Chervonenko para apoyar el desarrollo de la disciplina de los puños en la nación caribeña.
Distinguió cualidades positivas en aquel peso mosca y en el completo Stevenson, Declara a la prensa en una ocasión: “Hay que trabajar con ellos, quitarles los defectos, aumentar sus condiciones. Pueden llegar muy lejos. No puede confundirse la cautela, la inteligencia al pelear, con la falta de combatividad, la cobardía…”. Convenció. La Escuela Cubana de Boxeo se probaría en Múnich 1972. Segunda oportunidad para Orlandito. Lo subieron a los 54. Eso también lo favoreció: ese ya era su peso.
Domina al birmano Hamhung Win por votación de 4-1. Octavos de final: supera al irlandés Michael Dowling por 3-2. Al indonesio Ferry Egberty Moniaga lo doblega por veredicto unánime. Semifinal: el británico George Turpin es hueso duro de roer: lo roe 3 a 2. El mexicano Alfonso Zamora presentaba magnífico nivel y lo enseñaría en el mundillo pagado posteriormente, mas su opositor sería demasiado para él en la lid germana, y lo envió al subtítulo por 5-0.
En ese mismo clásico, dos de sus compañeros de equipo, Emilio Correa (67) y Teófilo Stevenson (más de 81), ocuparon la cima, mientras Gilberto Carrillo (81) enlazaba la presea de plata y Douglas Rodríguez (51), la de bronce. La Escuela Cubana de Boxeo demostraba su grandeza. Por primera vez Cuba encabezaba la especialidad: la rumba triunfó sobre el cuadrilátero olímpico. Bailaríamos mucho más sabroso.
Quiero adicionar dos cuestiones. Una: Orlandito solo se impuso en la lid de América en Ciudad de México 1975, y lo más que hizo en los Centrocaribes fue ser uno de los bronceados en Santo Domingo 1974, después de su principal conquista.
Dos: Me molesté cuando en un programa en la tierra de los aztecas, donde actuaban boxeadores cubanos, correspondiente a la entrada al pro de la Asociación Internacional de Boxeo Amateur, donde se homenajeaba a Zamora por el papel desempeñado en su carrera, los comentaristas cubanos olvidaron y no mencionaron al menos, con tacto, lejos de ofender, que Orlandito lo venció por decisión unánime y lo envió al segundo sitio en los XX Juegos. Es necesario mostrar la potencia de bastantes de los doblegados por los representantes nuestros.
Debemos respetar la historia y demostrar la calidad deportiva y como ciudadanos de muchos de nuestros compatriotas como este sanmiguelino. No se confundió al sufrir injustos desprecios que supo superar, ni pensó siquiera en cambiar la patria por dinero, fiel a ella hasta la muerte, acaecida hace unos pocos años.
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