Foto tomada del Portal de la Cultura Cubana, Cubarte.
Por: Leonel José Pérez Peña
Es majestuoso y bello nuestro Capitolio Nacional, no solo brilla el oro en su cúspide; cada una de sus piedras acomodadas y entrelazadas por las maderas preciosas resaltan sus cualidades arquitectónicas. Allá adentro hay un sinfín de historias, de acciones humanas por establecer las más nobles aspiraciones de lo cubano.
Fue aquí, en cada uno de sus hemiciclos, donde se debatió, y finalmente se aprobó, la Constitución del 1940; en ella estaban refrendados muchos sueños que no lograron concretarse; pero, eso sí, fuimos los primeros en el hemisferio occidental en tener una más avanzada Ley de Leyes.
Y cuando digo muchos sueños que no lograron concretarse, pienso en la igualdad entre los cubanos, sin distinción del color de la piel y otros derechos fundamentales proclamados aquí, en el Capitolio, pero que no lograron consagrase en la vida diaria.
De haberse establecido como Ley, mi abuelo blanco no hubiera podido continuar ejerciendo el dominio racial tal y como lo estableció su padre andaluz, quien convirtió la finca en una especie de Estado segregacionista.
Puede leer otro trabajo referente al tema aquí.
El racismo es una conducta que se adquiere, la genética no interviene, lo determina la cultura, es decir, los patrones de comportamiento social asimilados por el grupo en el que interactúa el individuo y forma parte de las costumbres, tradiciones, de su espiritualidad individual y comunitaria, las cuales son susceptibles a transformar y modificar por un conjunto de valores más inclusivos.
Hay comunidades en Cuba, rurales, sobre todo, que conservan de generación en generación sus tradiciones culturales: religiosidad, hábitos y costumbres, de las cuales, a la luz de la modernidad, algunas de ellas resultan arcaicas, y otras violadoras de los derechos fundamentales de las personas.
En la crónica Mi hermano "El Negro" o "Un amor para toda la vida" hay un buen ejemplo de como el racismo es una de las malas costumbres que resulta necesario transformar en nuevos estilos de vida.
Resulta que a principios del año de 1960 era frecuente la visita de profesionales de la Salud Pública a las comunidades, a ocuparse por la sanidad de los pobladores, incluso antes de la fecha de inicio en Cuba de la Primera Campaña Nacional de Vacunación Antipoliomielítica, en 1962.
Por esa época, llegó a la escuelita rural de la comunidad un enfermero a realizar análisis de sangre a los niños que habían padecido de fiebre, vómitos o diarrea en los últimos días.
Su presencia generó diversos estados de ánimo. El primero fue la repulsión, por su condición de afrodescendiente; a ellos, que nunca se les permitió pisar el suelo de esta zona y con la indumentaria rara ante los ojos de los atónitos niños: caqui gris, que exaltaba el color negro de su piel. El segundo estado lo desató la expresión de uno de los escolares: "negro y sacando sangre: ¡brujo!" y envuelto en grito y convulsión, se escapa de la escuela.
Al momento, todo estaba rodeado de padres y vecinos que venían a linchar al brujo. La gritería de los infantes elevó los ribetes trágicos de la situación. El maestro, también confundido, evitó el linchamiento. Los vecinos se retiraron con sus hijos y el enfermero no logró cumplir su rol.
A los tres o cuatro días, una comitiva de especialistas de Salud Púbica y autoridades vinieron a la zona; se hizo una audiencia sanitaria y al enfermero se le presentó a los vecinos como el profesional de laboratorio que con su desempeño puede salvar vidas.
YER
Me gustó el comentario de mi amigo Leonel y este gran amigo que trabaja con es el mejor negro, gracias hermano por elevar nuestra raza, Juan Lorenzo
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