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| La Case se inauguró a finales del pasado año. Foto: Tribuna de La Habana. |
Por: Leydis Luisa Mitjans
¿Cómo se describirá mejor una casa? ¿Será al hablar de sus puertas, de sus ventanas, de sus colores y sus espacios? ¿O será, más bien, al hablar de sus historias, de los "muertos que la habitan", de los vivos que la hacen suya? Quizás habrá que contarlo todo, de a poco, bien despacio y sin perder detalle. O tal vez no hace falta tanto, por que una casa puede contarse a sí misma.
Dicen que las casas se parecen a los dueños, pero eso no es totalmente cierto. Una casa es un privilegio. Una casa que se parezca a uno mismo es otro privilegio, aun mayor que el anterior. Lo que si es cierto es que las casas cuentan cosas, de quienes fuimos, de quienes somos, de lo que nos rodeamos.
Hay en La Habana una "casa nueva", ubicada en San Ignacio Número 102, entre O´Reilly y Obispo, en el municipio Habana Vieja. Dicen en Habana Radio, la voz del patrimonio cubano, que este espacio se encontraba originalmente ocupado por cuatro casas independientes; que a principios del siglo XX, tres de esos inmuebles tuvieron un destino común: en 1913 las casas 32, 34 y 36 fueron refundidas y reedificadas como una sola edificación, descrita en esa época como “Casa de mampostería y azotea de dos pisos”.
Sin embargo, el hoy le ha dado una nueva vida a lo que antes cubría el polvo del camino. Un equipo de RESTAURA, liderados por la arquitecta Mónica Jiménez Rodríguez diseñó un lugar a la justa medida de su nombre, de los seres de este mundo y de los otros que la habitan: la Casa Vitier García-Marruz. Un centro cultural que ya es, también, la sede del sello editorial La Isla Infinita. Presidido por José Adrian Vitier y la curadora Gretchen Lima, la mejor descripción que puede darse del lugar, es la que cada quien perciba cuando la visite.
Porque la Casa es hermosa, pero es mucho más que eso. Quizás sea como Fina y Cintio, para cuya obra no ha habido calificativo absoluto.