José Martí: yugo, estrella e inmortalidad

Diseño: Alejandro Castro Acosta/Radio COCO.

Por: Abel Rosales Ginarte

28 de enero de 1853. La pobreza recorre la parte más antigua de La Habana. El grito del único hijo varón de Don Mariano Martí y Leonor Pérez al nacer emociona a la familia de emigrantes españoles. El yugo de la pobreza no detendrá la estrella del niño.

Ilumina con versos y fe el sagrado camino del aprendizaje. Los golpes de la vida le enseñan que "cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres". José Martí encarnó el espíritu de su tierra y sembró la simiente de la independencia en generaciones de antillanos.

Sus lecciones van más allá de vivencias personales. Con la misma pasión de los apóstoles, el más universal de los cubanos sacrificó sus más grandes amores y convirtió la lucha por la soberanía de Cuba en un sacerdocio.

Sus reflexiones estremecen: "Los hombres no pueden ser más perfectos que el Sol. El Sol quema con la misma luz con que calienta. El Sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de luz".

José Martí. Foto tomada del sitio web de la agencia de noticias Prensa Latina.

Con la visión de un ser superior, Martí entendió el camino necesario para Cuba. El reconocido investigador de su obra, Pedro Pablo Rodríguez, reconoce que el proyecto martiano resulta revolucionario por dos razones, por buscar la eliminación de las fuentes de las desigualdades polares creadas por la colonia, y por pretender afianzar una identidad y una cultura que sustentase una independencia política absoluta.

"Con ello, el cubano quería ser obra para todos los tiempos, es decir, ordenar el futuro de su país, de las Antillas, de la América toda y del mundo por causes diferentes a los que en definitiva se establecieron, los que impusieron una nueva fase o estadía de la nueva sociedad moderna, sustentada también en las desigualdades sociales y entre los pueblos", concluye Rodríguez.

En tiempos difíciles, asomarse a su palabra inmortal, a sus versos fundadores y a sus reflexiones es un acto salvador. Explora Martí con ojos de hijo a la América toda, refleja sus virtudes, analiza sus mayores problemas y los vierte en sus muchos reportajes y crónicas.

"Fue el primero que vio el hecho cultural americano como una cuestión que había que observarla universalmente, y tener en cuenta la suma de elementos que lo integraban", destacó el investigador y poeta cubano, Juan Marinello.

La mano salvadora de la cultura es el arma esencial de todos los tiempos. José Martí lo expuso en una de sus reflexiones: "El arte es la forma de lo divino, la revelación de lo extraordinario. La venganza que el hombre tomó al cielo por haberlo hecho hombre, arrebatándole los sonidos de su arpa, desentrañando con luz de oro el seno de colores de sus nubes".

La inmortalidad abraza su legado, fuente viva de amor infinito que fusiona con dulzura el alma de los que hemos nacido en esta Isla, de los que respiramos el signo de nuestra América.

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