Con más de 500 años, La Habana envejece a pasos agigantados. Foto: Hola
Por: Leydis Luisa Mitjans
Una y otra vez los algoritmos de Facebook (me) muestran una frase sin autor. El escrito recorre mi lÃnea de tiempo y la de mis "amigos". Alguien reacciona, otro la comparte, y asÃ, queda en la eternidad de esa red social, donde “la vida” parece un bucle. Dicen que su autor es Emiliano Escalante. No lo sé y tampoco lo comprobé.
“Si usted ha sido brutalmente roto, pero todavÃa tiene el valor de ser gentil con los demás, usted se merece un amor más profundo que el océano”. Con mi dosis parca de optimismo, me gusta la idea de la resistencia de la bondad. Aunque -se sabe- la resistencia es un privilegio.
Hoy el foco de esta ciudad en resistencia es el silencio. El silencio del descanso, de las ausencias, de las preocupaciones. Es el silencio del dÃa después, cuando millones de personas en todo el mundo elevaron sus plegarias por un 2024 de vida, y no de sobrevida.
Con más de 500 años, La Habana -no su espÃritu, sus esquinas, sus bodegas, sus edificios- envejece a pasos agigantados, y las maravillas de una ciudad van tomando el color indefinido de una antigüedad sin esplendor. Aun asÃ, las lecciones de un habanero universal, dan lugar a la esperanza.
“Una ciudad experimenta procesos de muerte y regeneración hasta cierto punto naturales. La ciudad es tan susceptible que cuando le pones la mano renace una maravilla (…) Asà es como se regresa de ese tiempo de marcha y fatiga y se comienza a ver como una necesidad la conservación de la ciudad.Y, con esperanza, solo faltarÃan entonces esas manos que regresen a la ciudad, de este tiempo de marcha y fatiga. Porque, con la sonoridad de Fito Páez
Si no elegimos vivir,
yo querrÃa morir
Morir en La HavanaHavana, a tus pies
No sabrÃa como amarte de otra forma
Havana, a tus pies
Pasa el tiempo y tu recuerdo no se borra