Foto: Afrocuba. |
Por: Víctor Joaquín Ortega
La narración de la victoria de un animal lento sobre otro veloz es muy conocida en su versión occidental: la humillación sufrida por la liebre debido a su descuido en una carrera contra la tortuga es la más popular de todas y, para mí, la menos creíble.
De los deslices del derrotado, la liebre ha sido alzada por las orejas y le han amarrado las patas en busca de un fin moralista a toda costa.
Texto traído por los pelos y sin
que aparezca la astucia y la inteligencia. Sin ellas la tortuga no se hubiera
impuesto. De estar presentes redundarían el relato: junto a los disparates del
autosuficiente, no puede faltar la viveza del vencedor en el mejor sentido de
la palabra. Más satisfactoria es el patakí de la jicotea y el venado.
Aquí fue donde el venado enorgullecido
por sus lindos cuernos y su bonito cuerpo, pues era el que más corría y por
esta causa siempre sofocaba al sapo, al
elefante y a la jicotea, diciéndole al sapo que cómo era posible que en vez de
caminar saltara; al elefante le decía no podía correr, y a la jicotea le decía
otro tanto.
La jicotea ya cansada fue
donde Orula y este la mando a
purificarse y que llevara una ofrenda al
río, se la entregara a Oshún y que buscara a tres de su familia. La jicotea así
lo hizo. Luego, Orula le mandó a que
concertara una carrera con el venado y que la jicotea se pusiera una en la,
mitad y la otra en la meta y la otra ala comienzo y cuando arrancara la carrera
que se quedara la primera allí.
Entonces la del medio cuando viera
al venado llegar, saliera y le dijera: “Compay,
ya estoy aquí”. Cuando él siguiera corriendo que ella se escondiera cuando el venado llegada a la meta se
encontraría a la a otra con la bandera. Entonces al seguir la carrera debían realizar la misma operación y las
jicoteas vencieron. El venado quedó derrotado, más tarde, muerto. Pues se había
reventado de tanto correr sin parar, una y otra vez del comienzo a la meta y
viceversa.
Estas líneas las tomé del libro “Contribución
a la teoría del deporte” (Editorial Deportes, 2017, de la autoría del escritor
y profesor Carlos Félix Alonso Villasuso. En él cita también lo expresado por el historiador Jesús Guanche, en el prólogo
“El mundo de los Orishas” (Arce y Ferrer, 1999), donde reflexiona sobre los
patakíes:
“(…) El legado de África es tan
nuestro como el de Grecia a través de España, pues ambos nos son necesarios.
Nuestra condición etnogenética de pueblo nuevo en el contexto de América
también en la cultura de la tradición oral mediante los patakí nos convierte
también en crisol de influencias, en fuente inagotable de creación, en la
célula de lo que deberá ser el futuro
remoto de la humanidad”.