Ernesto "Che" Guevara, en los valles y las sombras

Diseño: Alejandro Castro Acosta/Radio COCO.

Por: Abel Rosales Ginarte

El 8 de octubre de 1967 apresan al guerrillero argentino-cubano Ernesto Guevara de la Serna en Bolivia. Las guerras del espíritu y la razón laten en su pecho enorme. El sueño de convertir al continente en una sola fuerza unida se desvanece, mientras lo trasladan hasta la escuelita de La Higuera.

Un monumento de ideas brota de su cuerpo herido, agotado por las batallas en la selva y las incomprensiones de los hombres. Un buen guerrero sabe cuando la muerte toca a su puerta. 

Pasan las horas, el guerrero se mantiene en silencio. Es tiempo de que descansen las armas inventadas por los hombres y comience la gran batalla de las ideas. Che Guevara lo sabe. La fuerza de América es la suya en ese minuto terrible en que una bala desgarra su cuerpo.

La muerte se convierte en una estrella enorme, hiere con sus puntas el pasado y el presente hasta convertirse en fermento de muchas vidas. Así ascendió el Che luego de los disparos que trataron de borrarlo del mundo el 9 de octubre de 1967.

Los campesinos de La Higuera, acostumbrados al silencio y la soledad, ese día entendieron que un alma grande habitó sus predios. Así nació San Ernesto de La Higuera, una fuerza sin tiempo que sigue iluminando como el Sol a los valles y las sombras.

Desde el África que amó, los colaboradores de la salud cubanos de la Brigrada Médica en Guinea Bissau honramos al Che, no solo el 8 de octubre, lo honramos en el día a día, en la cotidianidad de nuestra labor, en los niños a los que salvamos la vida, en el agradecimiento de cada guineano que ve en nosotros al Che, que ve su obra, sus ideales, sus sueños. Salud Guevara, o mejor todavía, seguiremos viviendo para seguir siendo fieles a esas ideas por las que diste tu propia vida.

Rafael Alberti
(España 1902-1999)

A: Ernesto Guevara

Te conocí de niño; allá en el campo aquel de Córdoba Argentina, jugando entre los álamos y los maizales, las vacas de las viejas quintas, los peones…
No te vi más hasta que supe un día
que eras la luz ensangrentada, el norte,
esa estrella que hay que mirar a cada instante para saber en dónde nos hallamos.

YER

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente