Federico García Lorca en La Habana

Federico García Lorca. Foto tomada de Twitter.

Por: Abel Rosales Ginarte

El edén antes del ocaso. Así fue Cuba para Federico García Lorca. Los días habaneros emocionaron lo más hondo de su espíritu. Aquí encontró todas las maravillas del sur español multiplicadas bajo el sol cenital del Caribe. La Habana le quiere todavía, Federico lo sabe.

En 1930 el poeta, quien radicaba en Nueva York, acepta la invitación del gran etnólogo Fernando Ortiz, quien lidera la Institución Hispanocubana de Cultura, para visitar la Isla. La Habana le recuerda a Cádiz, la hermosa ciudad portuaria del suroeste de España. La gente, los colores de la capital y el profundo azul del mar, lo resume en una frase en carta a su madre: "Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba".

Le reciben los más importantes intelectuales de la nación caribeña como José María Chacón y Calvo, Juan Marinello y Rafael Suárez Solís. Jóvenes escritores, como José Lezama Lima o Nicolás Guillén, asisten a sus conferencias. De la entrañable amistad de Federico con el clan familiar de los Loynaz se ha escrito mucho. Flor, Carlos Manuel, Enrique y Dulce María, esta última, Premio Cervantes de Literatura 1992, le abrieron las puertas de su universo aristocrático y literario. En manos de uno de ellos quedó el original de una de sus piezas teatrales.

Pero García Lorca escapó de toda formalidad para adentrarse en sitios desconocidos de la ciudad. Cuentan que más de una vez las negras del barrio de Jesús María, en la Habana Vieja, le prepararon un auténtico café, conoció a músicos locales, a los mulatos del puerto de cuerpos formidables y descubrió el encanto del son, género musical autóctono. Ritos afrocubanos y la magia del Teatro Alhambra, completaron días de auténtica gloria. De los espectáculos de dicha institución escribió: "Escenario vivo, esperpento de la sensualidad habanera saturada de alegría y de humor, de indignación popular". ¿Quién puede contar de las pasiones y amoríos del granadino en nuestra querida ciudad?

Todo lo que pueda decirse de Federico es bien poco. Lo más importante es que en La Habana encontró un paraíso de almas que admiraron su enorme sensibilidad, respetaron sus ideas y disfrutaron su acento tan musical. Cada año alguna compañía teatral nos regresa algunos de sus clásicos y muchos artistas musicalizan sus poemas.

Federico García Lorca no se fue nunca de la capital. Aquí se quedaron sus versos vicerales, la sensualidad creativa, el ángel de la palabra siempre viva. Cuando los militares acomodaron los fusiles y apretaron los gatillos para asesinar al poeta el 18 de agosto de 1936, ya él había pactado con la eternidad. La Habana le quiere siempre, Federico lo sabe.

YER

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